Un día después de la visita del patrón Emilio Azcárraga, el América perdió 1-0 contra una de las plantillas más modestas de la Liga MX, la del Puebla.
Se suponía que el equipo había sido sacudido por el mensaje del dueño tras el fracaso en la Leagues Cup, pero en vez de ello cayó en el Estadio de la Ciudad de los Deportes, con tanto de Raúl Castillo.
El América presume a la plantilla más cara de la Liga MX y una de las más altas del continente, valuada en 98 millones 600 mil euros (unos 2110 millones de pesos), mientras que la del Puebla es la penúltima del futbol mexicano con un costo calculado en 26 millones 700 mil.
¿Qué hizo la Franja para herir al bicampeón?
Primero, montar una estructura defensiva basada en un 5-4-1, en el que hasta el centrodelantero Santiago Ormeño mutaba en un medio de contención.
Después, lanzar trazos largos a la espalda de los centrales, en particular Néstor Araujo, involucrado con Christian Calderón en aquel gol de Castillo, al 75’.
Finalmente, optar por la desesperación del local y perder tiempo en varias ocasiones.
Las silbatinas de los aficionados azulcremas fueron constantes en los últimos minutos.
¿Qué no hizo el América para evitar su tercera derrota del torneo?
Careció de creatividad.
El equipo extraña el desequilibrio de Javairo Dilrosun y tampoco tiene listo a Alejandro Zendejas, pero Brian Rodríguez no brilló como en otros juegos y Érick Sánchez lucía perdido, en esa zona ofensiva en la que queda relegado en su protagonismo debido a la presencia de Diego Valdés.
Fue precisamente el chileno quien coqueteó con la anotación, primero en una jugada en la que dribló al portero pero su disparo fue desviado por Brayan Ángulo casi en la línea de gol y después con un cabezazo apenas arriba del travesaño.
Tampoco es que el técnico André Jardine dejara de intentarlo.
Además del cambio por lesión de Sebastián Cáceres, lastimado del cuello, hizo modificaciones tácticas, en particular la salida del “Chiquito” Sánchez por un segundo punta como Illian Hernández.
Hubo ocho minutos de compensación que tampoco provocaron una excesiva ilusión en los aficionados americanistas, esos que abuchearon tibiamente al final del primer tiempo y que castigaron aún peor al equipo cuando el árbitro dio el último pitazo, para malestar de muchos otros americanistas, incluido el patrón del América Azcárraga.
