Gritan con sus familias, se sueltan a llorar, cantan el himno de su país y se toman selfies con sus compañeros de podio.

Sin embargo, existe una peculiar tradición en los Juegos Olímpicos durante las victorias de los atletas que siempre acapara la atención de todos: muerden sus medallas.

Casi todos lo han hecho, desde los mexicanos condecorados hasta estrellas del nivel de Michael Phelps, Simone Biles y Usain Bolt, y más recientemente, en París 2024, Tom Daley y Thomas Ceccon, entre otros.

Pero, ¿de dónde viene esta tradición? De acuerdo con la Sociedad Internacional de Historiadores Olímpicos, hace varios siglos, los comerciantes en Europa solían morder sus monedas de oro en los mercadillos, tratando de comprobar que dicho metal era auténtico y no eran víctimas de una estafa.

Debido a que el oro es un metal blando que puede abollarse o modificarse con una ligera fuerza, dicha mordedura siempre dejaba una marca. Si este era el caso, seguían con la transacción acordada.

Sin embargo, el Comité Olímpico Internacional (COI) dejó de otorgar medallas de oro puro en 1912, por lo que de acuerdo con David Wallechinsky, presidente de la Sociedad Internacional de Historiadores Olímpicos, es casi improbable que los atletas hagan este gesto por la misma razón.

La respuesta es, entonces, mucho más sencilla de lo que parece: “Se ha convertido en una obsesión para los fotógrafos.

Creo que la ven como una foto icónica, como algo que probablemente se pueda vender. No creo que sea algo que los atletas necesariamente harían por su cuenta”, reconoció Wallechinsky a CNN.

Tony Bijkerk, secretario general de la Sociedad, explicó al medio Today que desde 1912, todas las medallas principales que se entregan en los JO se han hecho de plata con una capa dorada, simplemente para diferenciar que son las de Oro.

“Desafortunadamente, la capa de oro a veces tenía tendencia a desvanecerse con los años. Fanny Blankers-Koen (corredora neerlandesa), la heroína de los Juegos Olímpicos de Londres de 1948, una buena amiga mía, me dijo que tuvo que volver a dorar sus cuatro medallas de Oro dos veces a lo largo de los años”.

Wallechinsky, autor de “The Complete Book of the Olympics”, asegura que esta tendencia a la hora de recibir la gloria también tiene mucho que ver con un sentido de pertenencia, de orgullo, y de dejar marcado el momento en una fotografía. Al final del día, una tradición.

Tan común y famosa es esta pose, que hay atletas que vaya que han dejado su marca en sus medallas, como el campeón alemán de luge David Moeller, quien ganó la Plata en los Juegos Olímpicos de Invierno de 2010.

El deportista fue noticia porque se rompió un diente mientras mordía su medalla.

“Los fotógrafos querían una foto de mí sosteniendo la medalla sólo con mis dientes. Pero más tarde, durante la cena, noté que me faltaba un pedacito de uno de mis dientes”, le dijo el alemán al diario alemán Bild.

El psicólogo Frank Farley, profesor de la Universidad de Temple en Filadelfia, en una entrevista con NBC, redondea la respuesta a la incógnita de la mordida señalando que este gesto ya es una símbolo universal de los logros máximos de los atletas.

“Todos los deportes tienen sus excentricidades, y si quieres ser parte del espíritu ganador, de esa cultura ganadora, participas en esa práctica ganadora. (La mordida) Hace que tus medallas sean tuyas. Es una conexión emocional con tu logro”, reflexiona Farley.
“El concepto de ícono, algo que representa algo más, está muy arraigado en todos nosotros. Pero en los Juegos Olímpicos, tienen un giro: es como dejar una huella tuya (en la medalla) para siempre”.