Se llama Prueba o Test de Turing al procedimiento desarrollado por Alan Turing para corroborar la existencia de inteligencia en una máquina.
Fue expuesto en 1950 en un artículo para la revista Mind y sigue siendo uno de los mejores métodos para los defensores de la Inteligencia Artificial
CIUDAD DE MÉXICO.- De acuerdo con Wikipedia, se llama Prueba o Test de Turing al procedimiento desarrollado por Alan Turing para corroborar la existencia de inteligencia en una máquina.
Fue expuesto en 1950 en un artículo (Computing Machinery and Intelligence) para la revista Mind, y sigue siendo uno de los mejores métodos para los defensores de la Inteligencia Artificial.
Se fundamenta en la hipótesis positivista de que si una máquina se comporta en todos los aspectos como inteligente, entonces debe ser inteligente.
La prueba consiste en un desafío. Se supone un juez situado en una habitación y una máquina y un ser humano en otras.
El juez debe descubrir cuál es el ser humano y cuál es la máquina, estándoles a los dos permitidos mentir al contestar por escrito las preguntas que el juez les hiciera.
La tesis de Turing es que si ambos jugadores eran suficientemente hábiles, el juez no podría distinguir quién era el ser humano y quién la máquina.
El límite temporal que Turing puso es para que una máquina consiga superar el test engañando durante bastante tiempo a un buen interrogador y no dejándole aclarar si se está dirigiendo a un ser humano o a una máquina.
Todavía ninguna máquina puede pasar este examen en una experiencia con método científico.
¿Será posible engañar a la prueba de Turing? Enricco Wizard, extraordinario programador, fallecido hace unos pocos años, escribió un programa que hace precisamente esto.
Imagine pues un programa verdaderamente inteligente, uno que pueda responder a cualquier pregunta en español, en el lenguaje que naturalmente hablamos los seres humanos en nuestro país.
Alguno de mis cinco lectores me dirá que ningún programa realmente puede responder cualquier pregunta, porque para esto necesitaría de una amplia concepción del mundo (y sería algo inteligente ¿no?).
Vaya, que simplemente reconocer las preguntas en lenguaje natural sería ya un mérito más que suficiente.
Pero no hay que cerrarse ante la posibilidad de imaginar un programa de estas características.
Simplemente imagine que existe.
Ahora, hagamos una pregunta cualquiera: ¿Quién es divina?, por ejemplo. Si la respuesta es:
“Laura”, a lo mejor puedo suponer que a sabiendas de que el programa iba a interactuar conmigo, podrían haber programado esta respuesta.
Qué tal preguntarle: “¿Cuánto vale mi computadora?”.
Si el sistema me responde con: “Muchos pesos”, entonces podré suponer que es una respuesta genérica. Pero sigamos.
Tomemos un lápiz y preguntémosle a nuestro hipotético programa: “¿Qué tengo en la mano?”.
Si la respuesta es: “un lápiz”, seguramente me quedaré sorprendido, porque no encontraré en primera instancia forma alguna para explicar dicha respuesta.
Wizard –a partir de esto– elaboró su programa y el autor del mismo se demostró como un verdadero observador de la conducta humana.
Enricco creó el programa IQ, que posteriormente llamaron Lisa, Liza, ouija electrónica, devil 666, entre otros nombres, el cual supuestamente es un sistema que, efectivamente, responde cualquier pregunta, tal y como hemos explicado antes.
El sistema trabaja considerando que hay un personaje, denominado Liza, quien es la encargada de responder a las preguntas.
Cada vez que se quiere preguntar al sistema algo, hay que darle a Liza, de buenas maneras, por supuesto, la pregunta.
Esto se hace escribiendo: “Liza, favor de responder a la siguiente pregunta:” (al escribir los dos puntos, el sistema pasa a la siguiente línea en la pantalla).
Ahora hacemos la pregunta que nos interese del tema que queramos, por ejemplo: “¿Ganarán los Pumas en esta ocasión?” (termine con signo de interrogación).
Después de una breve pausa, el sistema dirá algo así: “De acuerdo con mis estimaciones, los Pumas ganarán de nuevo”.
Por supuesto que todo es un truco, un acto de magia, como el que ejecutan los profesionales de la ilusión y que nos sorprenden, pues desafían todas las leyes conocidas.
¿Cómo trabaja? Muy fácil.
Considere a su posible víctima y dígale que tiene un programa fascinante e increíblemente inteligente.
Insista que el sistema puede responder prácticamente cualquier pregunta que se le haga.
Ejecute el programa IQ y dígale a su interlocutor que piense en alguna pregunta. Supongamos que dicha pregunta es: “¿Quién es el presidente de México?”.
Entonces escriba usted: “López Obrador” (empiece con un punto).
Note que cada vez que presiona alguna letra de lo que está realmente escribiendo, no aparece en pantalla lo que uno debería ver, sino parte del mensaje: “Liza, favor de responder...” etcétera.
Es decir, el programa no hace “eco” en pantalla de lo que teclea uno, sino que siempre pone la frase: “Liza, favor de...” etcétera.
Obviamente el sistema está capturando la respuesta que el programa dará al usuario.
Cuando termine de escribir la respuesta elegida, escriba punto de nuevo (“.”), el cual es el terminador de la misma y entonces, ahora sí, complete la oración que hay que poner cada vez que se le hace una pregunta a Liza (termine con dos puntos (“:”)), y ahora, en la siguiente línea, escriba la pregunta correspondiente.
Después de algunos segundos Liza responderá: “Sin considerar más datos, se trata de: López Obrador”.
Puede con esto impresionar a más de uno, incluso a aquellos que son unos verdaderos expertos en las artes de la programación (me consta).
Ahora bien, preguntémonos por qué el truco funciona.
La verdad es que cuando tecleamos, nadie observa qué teclas, en particular estamos oprimiendo realmente.
Otra cuestión es la velocidad del tecleo, que hace aún más difícil detectar el engaño (¿alguien ha tratado de ver la clave de un usuario mirando el teclado cuando éste escribe su contraseña?).
Finalmente, es claro que la posible víctima está atenta a lo que aparece en pantalla y eso distrae la posibilidad de atender a lo que se escribe en el teclado.
Tan fue un revuelo el programa de Enricco, que el dizque investigador de ovnis y fenómenos paranormales Jaime Maussán fue engañando por un adolescente que había modificado la versión original de Lisa y le había puesto frases satánicas para así crear un efecto más dramático.
Maussán se la creyó originalmente, hasta que alguien le explicó el truco de cómo funcionaba.
Eso revela un dato por demás ya conocido: quien quiere creer en algo seguramente lo creerá sin considerar ninguna prueba en contra de lo que cree.
Al televisivo investigador le pasa eso continuamente y por eso prácticamente todas sus “investigaciones” son finalmente sesgadas por sus propias creencias.
Es algo endémico, tanto a favor o en contra de cualquier hipótesis que se planteé la gente.
Cabe señalar que después de la creación de este programa, y a sabiendas que más de una persona lo modificó –editándolo con algún programa que manejaba el código como texto (un editor hexadecimal, por ejemplo)–, Enricco se dio a la tarea de hacer una versión para Windows y encriptó todos los mensajes para que fuese difícil cambiarlos.
De esta manera pretendía mantener sin alteraciones el software original.
Sólo me resta una advertencia.
Demuestre el programa por un corto tiempo, no se trata de hacer una sesión de dos horas porque entonces sí, tarde o temprano hallarán el truco usado.
Limítese a hacer no más de 10 preguntas y nunca deje el programa en la máquina en donde está haciendo la demostración.
Para añadir un efecto más dramático, haga que el programa responda de pronto de manera errónea o muy vagamente (si contesta siempre con certeza absoluta es más difícil que le crean).
Cuando le pidan una copia del sistema, diga que no se lo puede pasar a nadie por las cuestiones del pirateo de software, que la BSA lo va a perseguir o alguna excusa de esa naturaleza... ¡Ah!, algo más, y esto es lo más importante.
Haga como los verdaderos magos: nunca revele el truco usado.