NUEVA YORK.- Con tres niños y una perra, la familia Aguilar Ortega de Venezuela recorrió 8 mil kilómetros y 8 países para poder llegar a Nueva York, con el sueño de ver Times Square, ver a los niños jugar en un parque y abrir un restaurante algún día.
El hijo de Leivy, Josué de 11 años y los hijos de la pareja, Samuel, de 10 años, y Hayli, querían ir a Nueva York, por lo que la familia inició la odisea hacia Estados Unidos, acompañados de su perra, una labrador mestiza llamada Donna.
El viaje fue documentado por “The New York Times”.
Henry Aguilar, de 34 años, y Leivy Aguilar, de 29 años, son dos venezolanos que se conocieron en Chile, donde iniciaron una relación, tras haber dejado su país a raíz de la difícil situación económica, política y la delincuencia.
Después de Chile, la familia vivió en Perú y luego Ecuador, donde iniciaron su viaje a Nueva York, por lo que primero se trasladaron a Colombia, sin dinero ni un plan.
Al llegar a ese país, la familia durmió por dos semanas en una plaza municipal, antes de comenzar el viaje por el infame “tapón del Darién”, la selva entre Colombia y Panamá.
De acuerdo con la familia, se encontraban emocionados al recibir unas pulseras rosas tras pagar 300 dólares a hombres armados que controlan el paso del Darién, pero la emoción pronto llegó a su fin.
En la selva, la pequeña Hayli perdió dos uñas de los dedos de los pies, mientras la piel de estos era penetrada por la tierra.
El padre, Henry cruzó a cada integrante de la familia a través del río, incluso a Donna, quien casi lo ahogó por su “terquedad”, mientras otros migrantes gritaban “¡Muerto! ¡Muerto!” a la vez que iban pasando los cadáveres de migrantes que perdieron la vida, dejándolos atrás en el afluente.
La familia logró salir de la selva, después de haberse quedado sin comida los dos últimos días en el Darién, tras haber compartido su comida con otros migrantes, por lo que tuvieron que sobrevivir sólo consumiendo el agua del río.
Sorteando controles fronterizos, sobornando a agentes migratorios, durmiendo en carpas en la calle, sin dinero y a veces yendo a dormir sin comer, los Aguilar Ortega atravesaron Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras y Guatemala, donde policías revisaban a los migrantes para quitarles su dinero.
Leivy denunció que le tocaron los senos lo que “la hizo sentirse violentada”.
La familia lograba mantenerse de las donaciones de las personas que se encontraban en su viaje, así como de las transferencias de sus amigos y familiares, calculan que fueron más de 8 mil dólares en total.
A pesar de las revisiones de los policías guatemaltecos, la familia logró mantener el dinero que tenían en ese momento al esconder el dinero en la chamarra de Hayli y los pantalones de Josué.
Los venezolanos lograron llegar a México, donde se quedaron varados. En la capital del país, la familia durmió en una carpa frente a una terminal de autobuses, donde Hayli presentó más problemas de salud y sufrió de un sarpullido entre las piernas.
A pesar de la situación, los niños mantenían los ánimos altos y esperanzados.
Finalmente, a bordo de “la bestia”, la familia logró a travesar el resto de México, hasta llegar a la frontera con Estados Unidos, en Ciudad Juárez, donde tuvieron que empeñaron “la última reliquia familiar” de Leivy, la cual había logrado conservar durante todo el viaje.
En la casa de empeño juarense sólo les ofrecieron 23 dólares, alrededor de 400 pesos mexicanos.
Sospechando que se debía a su nacionalidad y estatus, Leivy le pidió a un hombre mexicano que empeñara el artículo por ella, a él le ofrecieron 70 dólares, equivalente a unos mil 200 pesos, con lo que la familia pudo comprar comida.
Finalmente, los Aguilar Ortega llegaron al cruce fronterizo, donde los agentes migratorios revisaron sus pasaportes, tomaron sus huellas, fotografías y muestras de ADN. El historial criminal de Henry no apareció en la verificación de antecedentes.
Cuando vivía en Venezuela, Aguilar se unió al ejército y más tarde se convirtió en agente de la policía, en donde formaba parte de una unidad contra el crimen organizado, pero en 2010 fue acusado de abuso de autoridad, robo agravado, extorsión y malversación de fondos, por lo que estuvo dos años en prisión.
Henry fue acusado de encañonar a varias personas, robar dinero y botellas de whiskey, tras supuestamente haber tratado de extorsionar a una persona que le debía dinero a un amigo suyo.
Henry dijo a “The New York Times” que la Fiscalía venezolana había “distorsionado los cargos”.
Aguilar tendrá que revelar la información en su solicitud de asilo, lo que afecta sus posibilidades de obtener ese estatus migratorio.
Su primera audiencia ante un juez de migración está programada para el mes de abril de 2025.
A pesar de ya encontrarse en Texas, odisea de la familia continuó. En El Paso tuvieron que dejar un refugio, después de que Leivy se peleara físicamente con otras tres mujeres venezolanas.
Donna fue de ayuda, ya que gracias a ella algunas personas les donaron dinero y unos misioneros cristianos recaudaron casi 2 mil dólares para que la familia se pudiera trasladar en avión hasta Nueva York, donde llegaron con 20 centavos al Aeropuerto de La Guardia el Día de Acción de Gracias.
La familia logró llegar al lugar que tanto soñaban los niños, Times Square, antes de trasladarse a un refugio en Brooklyn, pero “perturbado por el ambiente de las tiendas de campaña y la distancia con Manhattan”, Henry decidió que no se quedarían ahí y cuando pudieron adquirir un automóvil en Facebook, la familia comenzó a pasar las noches en el vehículo.
Una conocida de la familia, María Cardona, los ayudó para que se trasladaran a una casa de una organización sin fines de lucro en Middletown, Connecticut. Los Aguilar Ortegan obtuvieron donaciones de ropa y alimentos, después de que Amy Swan, la psicóloga de la escuela de los niños, hiciera una recaudación.
El esposo de Swan, Ray le ofreció un trabajo a Henry.
El venezolano parece haberse desarrollado bien en su empleo y Ray tenía una buena percepción de él.
Luego, Leivy se embarazó. Estresados por el nuevo integrante de la familia y el futuro incierto de su estatus migratorio, la “relación seguía deteriorándose” entre los padres.
Una noche de abril, Leivy golpeó a Henry en las manos con un bate de béisbol.
Tras el incidente, la mujer fue arrestada y se emitió una orden de protección en favor de Henry, quien perdió su trabajo, por lo que la familia tuvo que abandonar su hogar y quedar separados, ya que el padre, Samuel y Hayli fueron ubicados en un albergue para víctimas de violencia.
Ortega tuvo que quedarse en otro sitio junto con su hijo, Josué.
Eventualmente, la familia se reunió a pesar de la orden de protección y el poder judicial.
Los Aguilar Ortega y Donna se trasladaron a Houston, donde se quedaron con la expareja de Henry y madre de sus otros dos hijos.
La familia venezolana piensa dónde podría ser su siguiente destino.
Con información de “The New York Times”.