BEIRUT .- Era un martes por la tarde en una tienda de Beirut. En la sección de verduras, un hombre con gorra parecía estar comprando, al igual que otros que estaban cerca. Entonces, ocurrió una explosión.

El hombre cayó al suelo y la gente empezó a correr en todas direcciones.

La escena se repitió en otro lugar de Líbano: un pequeño aparato portátil colocado junto a la caja registradora de una tienda de comestibles explotó de repente.

El propietario del aparato fue alcanzado por el impacto. Las cajeras huyeron.

Estas y otras imágenes del sistema de videovigilancia publicadas en las redes sociales demuestran lo que ocurrió en Líbano el martes y el miércoles.

Para este jueves 19 de septiembre, estos ataques atribuidos a Israel han causado más de 30 muertos y tres mil 500 heridos, según el Ministerio de Sanidad libanés.

Miles de bípers y walkie-talkies de Hezbollah se convirtieron instantáneamente en armas, cobrándose víctimas de filas del movimiento chiita libanés.

Aunque es imposible decir con exactitud cuántas personas se vieron afectadas, algunas sufrieron los atentados por el simple hecho de encontrarse cerca de uno de los aparatos de comunicación del partido chiita proiraní.

En el momento de las explosiones simultáneas, los portadores de esos dispositivos estaban en casas, automóviles, tiendas de comestibles, cafés o -incluso, el miércoles-, asistiendo a funerales de víctimas asesinadas el día anterior en la primera oleada, a menudo con familiares o transeúntes cerca.

Niños muertos, así como miembros de las operaciones civiles de Hezbollah
Aunque los buscapersonas pertenecían a miembros de Hezbollah, era imposible saber de antemano quién tendría el aparato en la mano en el momento de la explosión.

Como consecuencia, al menos dos niños murieron debido a estos ataques sin precedentes.

Una niña de 10 años murió en Saraïn, en la región de la Bekaa (este de Líbano).

El alcalde de la localidad, Ayhab Abdallah, declaró a L'Orient-Le Jour:
“Fátima Abdallah estaba haciendo las tareas en la mesa del salón. Oyó sonar el bíper de su padre y quiso llevárselo. Le explotó en las manos y murió en el acto”.

Su madre, vestida de negro y con un pañuelo amarillo de Hezbollah, lloraba junto a otras mujeres y niños reunidos en torno al féretro de la niña el miércoles antes de su funeral, según Associated Press (AP).

El otro niño asesinado el martes, Mohammad Bilal King, de 11 años, era natural de Ghobeiry, en los suburbios del sur de Beirut. Fue enterrado en las horas siguientes junto con otros tres miembros del partido, entre ellos el hijo del diputado de Hezbollah, Ali Ammar.

Además, al menos una niña resultó herida el miércoles tras la explosión de sistemas de energía solar en viviendas de varios distritos de Beirut y del sur del país, según la agencia de prensa oficial libanesa citada por AP.

Además de los niños, el martes murieron al menos dos profesionales de la salud. Mohammad Nour el-Dine repartía bolsas de sangre y correo en el hospital Rassoul al-Aazam, y Atta Ali Mubarak al-Dirani era enfermero en el hospital Dar el-Amal de Baalbeck, según L'Orient-Le Jour.

Como estas dos personas, muchas de las víctimas de las explosiones no eran propiamente combatientes de Hezbollah, sino miembros de las amplias operaciones civiles del grupo proiraní, que atienden principalmente a la comunidad chiita de Líbano.

Médicos, enfermeras, paramédicos, trabajadores benéficos, profesores y administradores de oficinas trabajan para organizaciones vinculadas a Hezbollah y un número desconocido de ellos llevaba localizadores.

¿Más del 5% del “ejército” de Hezbollah está herido?

En cuanto a los hospitales, los profesionales de la salud contactados por France 24 se encontraron con “una situación idéntica” a la descrita por el ministro libanés de Sanidad, Firass Abiad, que afirmó que la mayoría de los heridos lo habían sido “en la cara, las manos, el estómago e incluso los ojos”.
“El martes, entre 150 y 170 personas resultaron heridas en dos horas. En la mayoría de los casos se trataba de urgencias relacionadas a los ojos, la cara, las manos, los dedos o el abdomen”, declaró a France 24 Salah Zei el-Dine, director del Hospital Americano de Beirut.

Lo mismo ocurre en el hospital de Geitaoui, en el este de la capital libanesa, donde hay menos heridos que en el hospital estadounidense:

“Tenemos víctimas gravemente heridas en nuestro hospital, una docena de heridos graves aún hospitalizados”, explica el doctor Naji Abi Rached, contactado por teléfono.
“La mayoría son hombres jóvenes -de entre 22 y 40 años- con heridas múltiples que necesitarán días o semanas de tratamiento por lesiones oculares, faciales y cutáneas, injertos de piel, amputaciones, etc”.

Aunque a estas alturas parece imposible distinguir entre los miembros de Hezbollah y las víctimas colaterales entre los pacientes del hospital, el movimiento chiita proiraní ha pagado sin duda un alto precio en los dos últimos días.

Suponiendo que la mayoría de los afectados fueran combatientes de Hezbollah, entre el 5 y el 10% de los efectivos totales de la organización podrían haber resultado herido; la CIA estima el “ejército” de Hezbollah en 45 mil hombres.

Por último, estos atentados, que parecen haber afectado indiscriminadamente a una serie de personas más o menos próximas a Hezbollah, plantean interrogantes sobre su conformidad con el derecho internacional humanitario. 

El miércoles, la ONG Human Rights Watch pidió una investigación “rápida e imparcial” de las explosiones en Líbano, declarando en un comunicado:

“El uso de un artefacto explosivo cuya localización exacta no puede determinarse de forma fiable constituiría un ataque ilegal e indiscriminado”.