WASHINGTON. (Agencias).- Donald Trump y Kamala Harris se pisan los talones en los sondeos a pocos días del 5 de noviembre.
Una hipotética victoria del magnate republicano no es nada lejana en los cálculos de las encuestadoras y en el panorama de los analistas.
De conseguirlo, se ha estado preparando durante cuatro años para este momento.
Una experiencia que le hará más radical, menos amable y más vengativo, según los expertos consultados.
¿Cómo sería un segundo mandato de Trump?
Trump ha logrado desde 2020 hacerse con el Partido Republicano.
Su objetivo inmediato: hacer lo mismo con el conjunto de Estados Unidos.
Para lograrlo, un mensaje que conecta su primera Administración con la actual campaña, dos eras: "Hacer a Estados Unidos grande de nuevo".
Pero también diferencias: si su discurso de 2017 trataba de llamar a la unificación de la nación, en esta segunda oportunidad, Trump ha puesto la diana en la venganza contra sus opositores, especialmente, contra los que considera que le "robaron" las elecciones de 2020 en favor de Joe Biden.
Como recogía la revista 'Time' antes de las elecciones: Trump cree que su principal error en su primera Presidencia fue haber sido "demasiado amable".
Las primeras decisiones de Donald Trump
De cumplirse el anhelo del magnate neoyorkino, su llegada al poder dejaría nuevamente a Estados Unidos y el mundo ante lo desconocido.
¿Qué hará Trump?
¿Será capaz de cumplir sus promesas o pesarán las instituciones y los contrapesos?
Sus dos primeras decisiones serán nuevamente sus antiguos caballos de batalla, como explicó él mismo en su entrevista con 'Time' y como destaca entre sus fortalezas Rafael Piñeros, analista internacional, en conversación telefónica con France 24:
"Trump dice verdades incómodas que a nadie le gusta escuchar.
Ha sabido utilizar el descontento hacia la migración o las preocupaciones estructurales económicas a su favor".
Primero, ha explotado en campaña un discurso extremo contra la migración.
En el debate contra Kamala Harris del 10 de septiembre aseguró que los haitianos "comen perros", mientras que constantemente ha denunciado que los migrantes que entran a EE. UU. son "lo peor" de América Latina.
Por ello, nada más llegar al poder dice que firmará un paquete de seguridad fronteriza y contra la migración.
Este busca expulsar a más de 11 millones de personas, la construcción de campos de detención de migrantes, así como el despliegue de Policía y Ejército para custodiar la frontera, pero también para perseguir a los indocumentados.
Lo detalla en profundidad para France 24 el analista internacional, Heber Ostroviesky:
“La mayor operación de deportación a escala nacional de la historia estadounidense’ sigue el ejemplo de la ‘Operación Espalda Mojada’, organizada en 1954 bajo el mandato de Dwight D. Eisenhower, la reintroducción de medidas discriminatorias como el veto a la migración musulmana firmado en enero de 2017, la creación de un ‘ejército rojo’ formado por fuerzas policiales y Guaridas Nacionales de los estados republicanos y la construcción de enormes campos de concentración”.
Además de las citadas por Ostroviesky, Trump también ha avisado de que reinstalará otras medidas de su primer mandato: como el programa 'Permanecer en México', con el que pretenden enviar a solicitantes de asilo no mexicanos al lado de México hasta sus fechas de audiencia judicial, o el Título 42, que permitía a los funcionarios expulsar migrantes sin siquiera permitir solicitar asilo.
También podría dirigir fondos federales para reanudar la construcción del muro fronterizo, con dinero del presupuesto militar y sin aprobación del congreso.
Sin embargo, como señala el análisis del Real Instituto Elcano, la migración no terminará con el regreso de Trump, ya que el dinamismo del mercado laboral estadounidense requiere una constante llegada de gente.
Coincide Rafael Piñeros: "En Estados Unidos hay unos 15 millones de indocumentados.
Si deporta al 10%, son 1,5 millones de personas.
Es mucha gente, por lo que hay que balancear el discurso con lo que puede llegar a hacer.
No creo que tenga la posibilidad de lograrlo, pero, de entrada, el discurso es peligroso y genera miedo e inseguridad en los migrantes".
Pero más allá de la migración, su segunda línea dura de ser escogido tendrá que ver con el ajuste fiscal.
Trump lo advirtió el 10 de septiembre en el debate: va a reducir los impuestos de forma sustancial.
Entre diferentes medidas que evocan al primer Trump, su equipo detalla las siguientes en 'Time': la extensión de recortes impositivos de 2017, que vencen en 2025, en una reducción dirigida a los ricos, con el recorte a los tramos de ingresos individuales, la deducción del 100% de gastos empresariales y la duplicación de la deducción del impuesto a las herencias.
"Todos los Gobiernos han hecho una reforma fiscal.
Se espera que Trump vuelva a privilegiar a los sectores que lo han apoyado: donantes individuales, así como grandes corporaciones a las que Biden subió los impuestos", explica Piñeros sobre los planes impositivos de Trump.
Sin embargo, para cumplir con estas medidas necesitará un aumento de la deuda pública sobre el PIB de EE. UU., que al final del periodo de Joe Biden ya se aproximaba al 125%.
Una guerra comercial con China
Es en la economía donde Trump mantendría su línea más continuista respecto al primer mandato: tanto en el interior de EE. UU., con los recortes, como en el exterior, con los aranceles.
Su política proteccionista, aislacionista, y mercantilista fueron sus marcas distintivas en la Casa Blanca, como analiza el Real Instituto Elcano.
Para ello, Trump y su equipo han estado asegurando que va a aumentar aranceles a su competencia pero también a socios comerciales.
Un 20% a cada importación extranjera; el 60% a las chinas y el 100% a aquellos que no usan dólares.
Una política más agresiva para el exterior que no convence a los economistas.
En su primera Presidencia, Trump impuso aranceles a productos chinos por casi 360.000 millones de dólares.
Los estudios indican que perjudicó a la economía china, pero también a la estadounidense.
Según modelos del FMI, el PIB de EE. UU. y del mundo se redujo entre un 0,5 y un 1%, tal y como recoge 'The Conversation'.
Esta situación se explica dado que muchos bienes de los hogares estadounidenses son importados, mientras que los fabricantes también importan materias primas y componentes.
Además, genera retaliaciones y desconfianza de otros países, incluidos los propios socios comerciales.
Estas medidas podrían generar menos empleos y salarios más bajos en el mundo.
En el análisis del Real Instituto Elcano, los investigadores consideran que estas barreras comerciales socavan el sistema multilateral de comercio.
Por su parte, Trump y su equipo han defendido las medidas arancelarias en 'Time', con el dato de que la inflación se mantuvo por debajo del 2% durante su presidencia.
Más allá del impacto de las medidas, Trump tratará de acomodarlas en un discurso duro contra China, a quien considera la gran amenaza.
De esta manera busca una reacción en sus socios, como detalla Rafael Piñeros:
"Donald Trump va a jugar en dos campos con China: por un lado, desde la relación bilateral, mediante la confrontación pública y diplomática, evidenciando que es un país peligroso en el escenario internacional.
Por otro lado, presionará a Europa para que tome acciones similares y demostrar que los aranceles no son un capricho".
Fin a las guerras en Ucrania y Medio Oriente
Causó sorpresa cuando Donald Trump dijo en 'CNN' que solucionaría "en 24 horas" la guerra en Ucrania.
En un eventual mandato, Trump podría retirar el apoyo financiero y humanitario a Ucrania, además de reducir el apoyo militar, como analizan los investigadores del Real Instituto Elcano.
Es clave su argumento en la revista 'Time': el magnate está en contra de los 100.000 millones de dólares enviados a Kiev.
Considera que esa guerra es un problema de Europa, ya que a EE. UU. le separa un océano con Rusia.
La realidad es que la Unión Europea también superó los 100.000 millones de dólares en ayuda facilitada a Ucrania.
Pero eso parece dar igual: Trump incluso ha llegado a decir en un discurso de campaña que "Rusia puede hacer lo que quiera" con todos aquellos países de la misma OTAN que no paguen lo suficiente en defensa colectiva.
Sin poder salir de la OTAN por las limitaciones en el Congreso, Trump tratará de debilitarla; por lo que Putin podría redoblar su apuesta bélica, cambiando la estrategia de la Unión Europea, que se vería obligada a aumentar la inversión en gasto militar, así como implementar un paraguas nuclear europeo, mientras podrían llegar a reanudarse las conversaciones con Vladimir Putin, señala el informe de Elcano.
"Sus asesores afirman que podría buscar negociar, como hizo con Kim Jong-un en Corea del Norte, y"Sus asesores afirman que podría buscar negociar, como hizo con Kim Jong-un en Corea del Norte, y que es muy probable por lo tanto que ponga a Europa en una posición muy incómoda exigiendo más a Alemania, Francia y la OTAN, a pesar de los pedidos de apoyo de estos", analiza Ostroievski.
En términos similares se expresa Piñeros:
"Trump no niega que no apoya a Zelenski, culpable de uno de los juicios políticos que recibió. Por lo que utilizaría la forma de negociar que le gusta: transaccional.
‘Yo te doy, tú me das. Si quieres que te apoye Estados Unidos tienes que renunciar a la OTAN o la UE’. En esa línea de rojos va actuar Trump".
Pese a afirmar que no quiere guerras ni intervencionismo, Trump se considera el presidente "más pro-Israel de la historia" y se ha mantenido cercano al país: considera muy difícil la creación de un Estado palestino y mantiene su apoyo a Israel para mantener unidad frente a Irán y el Eje de la Resistencia formado por Hamás, Hezbolá o los Hutíes de Yemen.
De hecho, en su primera Presidencia, Trump puso en marcha el plan de Paz para la Prosperidad: legitimó los asentamientos ilegales israelíes en la Cisjordania ocupada, otorgó solo el 15% del territorio de la Palestina histórica a los actuales Territorios Palestinos y movió la embajada de EE. UU. en Israel en Jerusalén.
"El Partido Republicano siempre ha apoyado a Israel y todo hace prever que podrían reforzarse aún más las relaciones bilaterales y el apoyo en detrimento de las mediaciones para una paz duradera", resalta Ostroievsky.
Actualmente, su relación con Netanyahu, quien fuera un gran aliado, no es buena, al considerar que durante su primera Presidencia este le traicionó al desistir en el último momento de bombardear a un alto comandante iraní. Sin embargo, Trump sostiene repetidamente que tiene un plan para terminar el conflicto en Medio Oriente y evitar la Tercera Guerra Mundial.
América Latina no es una región prioritaria
Rafael Piñeros lo tiene claro: Donald Trump no va a escalar al extremo ninguna situación en la región.
"No es un presidente intervencionista militarmente. Habrá cierta presión vociferante y discursiva y puede recrudecer las sanciones. Pero no va a haber soldados: América Latina no es prioritario, las prioridades pasan por Asia-Pacífico".
Una política exterior que comparte Ostroievsky:
"El trumpismo se ha mostrado pragmático y concentrado en sus propios intereses y es en ese terreno que seguramente se jugarán las relaciones con América Latina".
Así ha sido en campaña: ha prometido eliminar el 'parole humanitario' para ciudadanos de Nicaragua, Venezuela, Cuba y Haití; ha llamado "dictador" a Nicolás Maduro y considera que los crímenes han bajado en países como Venezuela por el denominado 'crimen migratorio', en el que asegura que el descenso se debe a que los criminales latinoamericanos han entrado en Estados Unidos.
Pero podría haber otras tensiones en la región con Trump como presidente.
"Preocupan varios ejes: señalamiento a latinos como 'violadores', 'repartidores de droga' o 'ladrones'; medidas proteccionistas para países exportadores como Colombia, Chile o Brasil; el cambio ideológico en la región, con presidentes de izquierda como Petro o Lula, que pueden llevar a que haya relaciones migratorias, comerciales, políticas y diplomáticas más tensas", explica Piñeros.
Trump vs. las instituciones
Contrariamente al plano internacional, un nuevo Gobierno de Donald Trump podría traer un gran intervencionismo en clave interior.
Y es, precisamente, en el bloque institucional donde más hay aspectos en juego.
Aunque lo justificó en la ironía, Trump ya mencionó la idea de ser "dictador" en su primer día en la Casa Blanca.
Más reciente fue su mención a la película 'The Purge', una idea de "tal vez un día de violencia", ya que considera que la Policía no puede hacer su trabajo.
Lo institucional molesta a Trump: fue el contrapeso en su primera Administración; considera que fueron las instituciones las que le robaron las elecciones en 2020; y se siente perseguido judicialmente.
El republicano es el primer presidente de EE. UU. condenado por un delito grave, tras ser declarado culpable de 34 cargos de falsificación de registros comerciales, además de enfrentar más de 500 millones de dólares en multas. Todavía enfrenta tres procesos penales graves.
Para dar un giro de 180 grados a las instituciones de EE. UU., Trump ha estado cuatro años preparando esta batalla.
Como detalla 'CNN', en el Partido Republicano, por ejemplo, de los diez compañeros que votaron en la Cámara de Representantes por destituirle por los hechos del 6 de enero de 2021, cuatro han sido derrotados en primarias y otros cuatro se han retirado.
Es el caso de Mitt Romney, que no buscará la reelección en Utah. Todos han sido sustituidos por ser afines a Trump, y de forma similar ha sucedido en el Senado.
Uno de los grandes logros para Trump en su primera Presidencia fue darle un giro al sistema judicial, con tres nombramientos conservadores en la Corte Suprema, pero también la nominación de 234 jueces federales, confirmados por el Senado.
Sin embargo, en el primer mandato de Trump se bloquearon y forzaron la retirada de un 78% de las normas en las Cortes. Esto podría cambiar.
Además del sistema judicial, altos cargos de la primera Administración Trump colaboraron en esa paralización, especialmente a la hora de redactar las leyes.
De hecho, en marzo, Trump dijo en 'Newsmax' haber cometido errores en los nombramientos.
Su vicepresidente, un secretario de Defensa, un asesor de Seguridad Nacional y un jefe de Gabinete no lo califican apto para el cargo.
De ganar esa elección, los asesores de campaña y los externos de Trump son más leales que nunca, como asegura Ostroievsky:
"Todo hace prever que un segundo mandato de Trump será más extremista que el primero y que contará una preparación programática mucho mayor. Para ello, se ha rodeado desde hace tiempo de un ejército de administradores, abogados, militares y asesores políticos de su máxima confianza para evitar los errores cometidos en su primer mandato y aplicar su programa en cuanto llegue a la Casa Blanca en 2025".
Entre sus asesores externos, Trump se ha rodeado de una serie de centros de pensamiento ultraconservadores, aunque en campaña se haya tratado de desmarcar de ellos.
Como explica 'Time': destacan el Proyecto 2025 de la Heritage Foundation, que estaría capacitando a futuros cargos de Trump: el Centro para la Renovación de EE. UU, cuyo objetivo es quitar poder a la Administración; el America First Policy Institute: un centro de investigación para ultraderechistas pro-Trump; o el America First Legal, que libra batallas judiciales contra el actual Gobierno Biden.
En la entrevista con 'Time', Trump afirmó:
“Creo que el enemigo interno, en muchos casos, es mucho más peligroso para nuestro país que los enemigos externos de China, Rusia y varios otros”.
Tampoco negó que pueda haber violencia política de perder las elecciones y terminó diciendo que a muchos les gustan las dictaduras.
Sin embargo, Piñeros confía en que la longeva democracia estadounidense seguirá siendo un buen freno a las ansias autoritarias del trumpismo:
"Tiene más experiencia, un cuadro de cómo funcionan las cosas y propósitos más radicales. Pero mucha de la responsabilidad sobre lo que pueda hacer, o no, recae en los otros poderes públicos: en la Corte Suprema, en el Congreso y por supuesto en actores de la sociedad como el Partido Demócrata".
Contrapesos que funcionaron en la primera aventura presidencial de Donald Trump.
Su vigencia determinará el destino de millones de migrantes, pero también asuntos del debate público como el derecho al aborto o los compromisos climáticos, capaces de movilizar a millones de personas, y ante los que ha esgrimido argumentos dubitativos.
De ganar, Trump y los suyos no serán tan amables, pero tampoco lo seguirá siendo la respuesta.