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ACERTIJOS | AQUEL TIEMPO EN LA HABANA - Este escribiente, o sea Yo Mero, visité en 2009 La Habana. En Cuba prevalecía la escasez de todo. Llegamos al Aeropuerto Martí y desde allí comenzamos a ver las carencias...

Este escribiente, o sea Yo Mero, visité en 2009 La Habana. En Cuba prevalecía la escasez de todo. Llegamos al Aeropuerto Martí y desde allí comenzamos a ver las carencias. Un país aislado con un bloqueo americano, le hacía falta todo...

Yo me voy pa La Habana y no vuelvo más. Camelot.

AQUEL TIEMPO EN LA HABANA

Este escribiente, o sea Yo Mero, visité en 2009 La Habana.

En Cuba prevalecía la escasez de todo.

Llegamos al Aeropuerto Martí y desde allí comenzamos a ver las carencias.

Un país aislado con un bloqueo americano, le hacía falta todo. Nada es privado. Todo es del Estado.

Un hotel que, decían, era de los españoles, un Melía, si era de ellos pero la legislación cubana solo permite que los nacionales lo operaran, y en el hotel se sentían las carencias de la profesionalidad de los grandes hoteles de muchas estrellas.

Un médico, que tenía conocidos en Xalapa, porque venía seguido a dar conferencias, lo invité a comer con nosotros, en un comedero de los que sobrevivieron a la revolución cubana, El Templete, que era de un familiar cubano de mi esposa, y ya vivían en España hace años, cuando huyeron de Fidel.

Al llegar, el médico pidió permiso para, primero, llevar a su esposa e hijo, así llegó, luego preguntó si podía pedir carne o lo que quisiera.

Le dije claro, a eso íbamos, a comer. Llegó en un coche pequeño de los viejos, me dijo que él aun no tenía derecho a tener auto, que los tenían en lista de espera.

En México, un médico de estos, de los que daba más de cien consultas diarias, tendría auto para él y su señora y casa propia. Pero así era su vida.

Contacté en el hotel un chofer, que llegó a servirnos esos días que andaríamos.

Era un viejo adorador de Fidel Castro, los jóvenes dudan un poco, pero los viejos son aferrados al líder, que aún vivía.

Al buen Ciro, así era su nombre, lo invité a desayunar el bufete de ese hotel que era bueno, pero cuando entró conmigo un seguridad me dijo que él no podía entrar, porque no era turista, era local.

Le reclamé y le dije que cómo podía ser así con su paisano, de cualquier manera entró conmigo al decir que pagaría su desayuno, hizo cara fea de cubano nacionalista, pero entró.

Cuando vio el bufete me dijo si podía comer ese jamón que allí se apilaba en rebanadas: Come de todo nomás no te enfermes. Comentó que el jamón tenía meses que ni siquiera lo olía, mucho menos lo comía.

Otra vez me llevó a su casa y fui a ver cómo vivían, eran unas casitas del Estado tipo Infonavitt y me tomé con él y su esposa e hija un ron de los suyos.

Fui a La Habana a todos lados, busqué un curandero en la Habana vieja, donde los edificios se caen de viejos y sin mantenimiento.

Este curandero era como los nuestros, se echaba un buche de alcohol a la boca y te soplaban sobre el cuerpo y ya está, quedabas limpio.

Otra vez fui a uno de sus hospitales donde tienen fama de medicina contra el cáncer, que dan gratuita a la gente, el del cangrejo o alacrán azul, algo así.

También tienen unas clínicas contra el Vitíligo, el mal de pinto, ese lo venden en unas clínicas bien puestas. Sus hospitales muy jodidos. Deteriorados.

Me acuerdo que visité la Finca Vigía del gran Hemingway, donde escribió El viejo y el mar, que hoy es un Monumento Nacional, Ciro me llevó al panteón Colón, donde hay una leyenda de una mujer que, al abrir el sepulcro de La Milagrosa, 13 años después para inhumar a otro familiar, encontraron intacta a la joven Amelia con su hija en brazos, en un gesto de protección maternal.

Una mañana me bajé del auto a ver un entrenamiento a un equipo pequeño de béisbol, han sido grandes en ese deporte, pues desde chicos ya tienen entrenadores.

Me traje los famosos puros Cohiba, aquellos que el presidente JFK mandó a comprar por cientos antes del boicot y unas botellas de su buen ron.

Todos viven en la pobreza.

Tienen una buena seguridad porque, cuando pregunté al chofer si podía salir a caminar por las noches, me dijo:

“Chico, aquí si alguien te asalta al otro día lo fusila Fidel”.

Cuando Obama visitó La Habana y sobrevoló en el helicóptero Marine One, preguntó asombrado a un acompañante de la Casa Blanca:

“Oye y estos son los que tenemos miedo de que nos invadan”.

Luego sonrió, como si estuviera en Orizaba.

Cuento esto porque hoy están peor que nunca, sin luz, el pueblo apagado y los cubanos ya no tienen quién les ayude, solo México, porque la Unión Soviética desapareció y Putin no les da ni el saludo, Venezuela se rindió y solo les queda México.