En cada vida debe caer algo de lluvia. Camelot.

EL DÍA QUE LLEGARON LAS LLUVIAS

Como si fuera un hecho histórico, uno ya se acuerda dónde estaba el día que llegaron las lluvias, como aquella canción francesa.

Era tanta nuestra necesidad de agua que, por ejemplo, aquí en Orizaba el veintiunico rio que atraviesa sus puentes, como el río Sena de París, ya estaba sin agua, y ganas nos daban de ir por unas pipas y medio echarle su agüita, pero eso no se podía.

Un día antes para nuestra mala suerte había llovido por el rumbo de Barrio Nuevo y por La Cantera, fuerte pero por poco tiempo, y aquí donde yo mero vivo, nanais, ni madres, diría un cuenqueño.

Pero a toda capillita le llega su fiestecita y he aquí que el domingo por la tarde, cuando nos disponíamos a ir a comer al restaurante Casa Díaz, uno de mariscos en Plaza Cerritos, que los fines de semana está lleno, con buena clientela y buena atención y hacen un arroz a la tumbada que ni el mismo rey de España lo come, pues allí comenzó a llover.

Salía de casa y desde el balcón y jardín filmé la lluvia, como aquella cinta Single in the rain, la famosa Cantando bajo la lluvia de Gene Kelly.

Como los aztecas, salí y me mojé un poco y por casi nada hago el ritual de los indios Sioux, cuando llamaban a las lluvias y agradecían a sus dioses.

EL GRAN CARLITOS
Terminé de comer y hago mis caminatas de mil pasos, que dicen los médicos hay que hacerla, aunque el Premio Nobel Saramago hablaba de ello:

«Todo el mundo me dice que tengo que hacer ejercicio, que es bueno para mi salud. Pero nunca he oído a nadie decirle a un deportista: tienes que leer».

Allí a un lado de donde comí en la zona de Cerritos, vi una iglesia deteriorada, humilde, no de las grandes iglesias que aquí tenemos donde, un amigo poblano me dijo de una que exhibí en Rio Blanco, y que el Padre Helkyn ha arreglado, ese amigo me dijo que esa iglesia parecía europea, y pregunté al Padre Helkyn y sucede que la iglesia data de 1909 y la construyeron los dueños de la fábrica y los franceses.

Con razón. Pues aquí en la iglesia de Cerritos hablé con el sacristán, un tal José Alfredo, como el cantante, me dijo que andaban haciendo una recolecta para pintarla, porque hacía diez años la habían pintado y ya le faltaba su manita de gato, le di mi aportación y platiqué un rato con él, con la esperanza de que, al subirla al Facebook, vayan donadores y apoyen, desde 20 pesitos en adelante, de algo les ayuda.

Antes tenía que hablar del gran Carlitos Alcaraz, vi todo el juego de los cinco sets, es mi ídolo como lo es Cristiano Ronaldo, aunque ahora que anda de ensabanado con los árabes casi no lo vea jugar, ídolo también es la polaca, la Iga Swiatek, que viene de un país golpeado por el comunismo, primero por Hitler que los invadió el muy ingrato, luego al caer se lo entregaron a los comunistas sabiendo que era el país más católico del mundo.

Tuvo Dios que meter la mano y enviarles un papa católico polaco, y entonces sí, el Papa los goleó y con la ayuda de Reagan desaparecieron esa mugrosa cosa llamada Unión Soviética, donde los pocos países que son sus satélites, incluidos nuestros hermanos cubanos, son satélites rusos pobres, que tienen su país en el hambre y la miseria, pero estaba con la tenista.

Reina y reinará, igual que Carlitos Alcaraz, por muchos años.

Los dos son amos de Roland Garros. La antorcha del legado está en esas dos manos.