El periodismo es el mejor oficio del mundo. Gabriel García Márquez. Camelot.

EL LIBRO DE SCHERER

Periodismo parra la historia, así se llama la recopilación de los grandes escritos del que, consideran, es el mejor periodista mexicano de estos años.

Terminé de leer uno de los 10 que me traje de España, el de la Crisis de Cuba con JFK, cuando a punto estuvimos de ir a la guerra nuclear. Y Jruchov y Kennedy se apaciguaron.

Como apenas ando tras el de Scherer, en Sanborns o en Liverpool o pedirlo por línea, copio unos extractos del periodista José Luis Martínez.

“En uno de ellos titulado “El valor del tiempo”, Scherer habla de su relación con Octavio Paz, afectuosa pero no exenta de conflictos.

En su última visita al autor de El laberinto de la soledad, lo encuentra físicamente desvalido, menguado sin remedio por el cáncer, pero con “el pensamiento intacto” y fuego en la mirada.

Recuerda su desesperación, sus ráfagas de furia, sus momentos de calma. Recuerda sus palabras en esa despedida:

“Me dijo, débil la voz, que cualquiera puede echar a perder su vida en la palpitación del último segundo”.

Así es siempre y en cualquier lugar, en las decisiones canallas del ahora se borran añejos prestigios, y se echa a perder la vida.

Es triste, por ejemplo, ver cómo se derrumba la admiración por antiguos críticos del poder, convertidos en su vejez en severos comisarios o curtidos aduladores (“Ya somos todo aquello contra lo que luchamos a los veinte años”, advirtió José Emilio Pacheco).

Eso le sucedió a Martín Luis Guzmán, autor de El águila y la serpiente, cuando apostó sus canicas por el gobierno de Díaz Ordaz después de la masacre de Tlatelolco.

El señor presidente —le dijo a Eduardo Blanquel— “se está sacrificando por mantener a México dentro de la paz”.

Esto le sucede también al ceñudo líder estudiantil del 68 convertido en odioso alguacil.

Sobre este tipo de personajes, dice Scherer:

“Notables en algún momento muchos de ellos, los hijos del poder se acostumbran a vivir con ventaja sobre todos, expresión ésta de la cobardía que se encubre en la prepotencia”.

Con los gandallas hijos de poder, el periodismo no puede guardar silencio.

En un texto de 2005, de total vigencia en nuestros días, al referirse a los reclamos por la “estridencia” de su revista, Scherer afirma:

“Ciertamente no somos moderados, pero el país no está para la crítica prudente a la que muchos se acomodan”.

Ahora tampoco”.

Scherer hacía falta en estos tiempos de la 4T, tiempos lopezobradoristas.