*De Francis Scott Fitzgerald: "Enséñame un héroe y te escribiré una tragedia". Camelot

LA PURGA DEL PAN

Con la expulsión de los dos Yunes, en el panorama político de ese partido, los que se quedan y no dieron pauta a abandonar el barco, ahora piden la cabeza del tal Marko Cortés.

El hijo del presidente Felipe Calderón, Luis Felipe Calderón Zavala, escribió en su X: “Marko Cortés y Ricardo Anaya tienen muchísima culpa de lo que está pasando.

Ambos fueron terribles presidentes del PAN, excluyeron a los mejores perfiles para poner a sus cuates y secuestraron al partido.

En el caso de Anaya, hasta se impuso como candidato presidencial cuando ninguna encuesta lo acercaba, ni tantito, a López Obrador.

Tan mal candidato fue que perdió por 30 puntos y tuvo menos votos que Xóchitl y Josefina.

Por si fuera poco, cuando perdió, no dio ni las gracias a sus votantes”.
Comienzan las críticas y la purga en ese partido.

SUELO SANTIFICADO (11S/ NUEVA YORK)

Se camina y se rodean las dos gigantes piscinas con gigantes cascadas. Han sembrado robles blancos de California.

Estos árboles fueron seleccionados de las guarderías que se encontraban dentro de un radio de 500 millas de los tres lugares de los atentados.

El simbolismo en toda su extensión. Sobrevivió solo un árbol en esa zona (Surviving Tree).

Lo cuidan como a la niña de sus ojos.

Forrado está por mangueras de hule para no lesionarlo.

Es quizá su Árbol de la Noche Triste, como el que tenemos en México. Sobrevivió, y al pie la gente deja cartitas con mensajes.

Leo uno: ‘No los olvidaremos’. Llegan al pie un bombero joven.

Quizá él no vivió en ese lugar ese día maldito, cuando el mundo no volvió a ser el mismo.

Se respira paz.

Es terreno sagrado.

Un camposanto, como aquel suelo bendito de Gettysburg, que el presidente Lincoln consagró y santificó a la inmortalidad, cuando dijo:

“Que estos muertos gloriosos nos infundan su devoción a la causa por la cual derramaron hasta la última gota de sangre”.


Como estos, de aquel septiembre de 2001.

11-S AÑOS DESPUÉS

He estado unas cuantas veces en esa llamada Zona Cero, cuyo nombre obedece a que la utilizó el diario The New York Times por primera vez, cuando la zona dañada de Japón, Hiroshima y Nagasaki, recibieron las bombas que tiró Harry Truman.

Dizque para detener la guerra. Zona Cero se le llamó.

La revivieron en el WTC.

Barack Obama llega a esa ceremonia con un entorchado.

Como los indios Sioux en tiempo de guerra, lleva en una mano la cabeza de Osama Bin Laden, a quien los marines atraparon, liquidaron, asesinaron y tiraron sus desechos al mar, para que jamás hubiera un lugar fijo donde le adoraran.

Al Jazira lloraba. La cadena televisiva se ponía de luto.

El tipo más odiado y más buscado por los marines, era ejecutado.

El nombre de Al Qaeda se conocía. La venganza había concluido.