
Jaque a la Dama
FÉLIX CORTÉS CAMARILLO
Es asombrosa la capacidad de los mexicanos para elegir la realidad alterna cuando la existente no nos cuadra.
Simplemente nos inventamos una, preferentemente similar.
Se trata evidentemente de ese instinto de ganar, perdiendo.
La mejor prueba es la reacción medática -y oficial- del madrazo que le dio el miércoles Donald Trump al orden mercantil del mundo, imponiendo un nuevo sistema, reglas, premios y castigos para todo aquel que quiera temer comercio con los Estados Unidos.
“La libramos” fue ayer el encabezado casi unánime de los diarios mexicanos, y el espíritu de la mayoría de los comentarios editoriales que he podido ver sobre las consecuencias del sistema tarifario anunciado por el presidente Trump.
Hay dos lecturas “para la libramos”; la del sometimiento gozoso y la del triunfalismo imaginario. Si se quiere ver de la primera manera, Trump se detuvo inteligentemente a punto de imponer criminales aranceles a México y Canadá y nos perdonó la vida porque nos necesita. Por el otro lado, se puede decir “nos chingamos al güero”, gracias a la valiosa la estrategia inteligente de Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard para estirar la liga de las conversaciones y las transas, a fin de convencer a Trump de lo que le conviene a él: dejar a México fuera de lo que se anunció como el día de la liberación de los Estados Unidos y se conoce como el anuncio unilateral de los aranceles recíprocos a todo el mundo.
Todo esto está rodeado de medias mentiras y verdades a medias.
Teóricamente, Estados Unidos no podría -ya se vio que sí puede- imponer “aranceles recíprocos” a Canadá y México porque existe un tratado trinacional de libre comercio.
Antes NAFTA, hoy T-MEC. Si ni Canadá ni México ponen aranceles a los productos gringos, no se vale de allá para acá. Eso dice el papel.
Pero Trump dice que los canadienses le cobran a su país el 300 (!) por ciento a los lácteos que cruzan la frontera.
Cierto o no, los autos que entren a Estados Unidos sin haber sido construidos dentro de sus fronteras, pagan desde hoy 25% de arancel.
Lo mismo el acero y el aluminio. Aunque vengan de los vecinos y socios del tratado comercial formal y válido.
¿En dónde está la victoria?
En este lado de la raya, no.
Marcelo Ebrard, el secretario de Comercio, se jacta de que sigue vivo el T-MEC, y que el porcentaje de integración americana de los autos todavía se está tratando. Hoy todavía tenemos T-MEC, sí.
¿Por cuanto tiempo?
El presidente Trump, que en su discurso del miércoles calificó al TLC de los tres países como el peor tratado de la historia -aunque él firmó su nueva redacción como T-MEC en su primer turno al bat de la Casa Blanca- se pasó por donde quiso sus disposiciones, gravando con el 25% a la tercera parte de las exportaciones mexicanas a su país, los autos, el acero y el aluminio.
Así Trump le puso a doña Claudia jaque a la dama.
Ella tiene aproximadamente un año para hacer los movimientos que eviten el jaque mate, el que acabaría con el tratado norteamericano de libre comercio, la pieza más importante de este tablero, que habrá de revisarse, renegociarse, corregirse, re-dactarse o tirarse a la basura en 2026.
En el majestuoso escenario del Museo de Antropología, y como respuesta de botepronto, la señora Presidente relanzó el llamado Plan México, que no es otra cosa que la liberación gringa, pero sin aranceles a las importaciones, por el momento: trabajar más, producir más y mejor, de todo (alimentos, combustibles, electricidad, cosas), repartir más lana para comprar más, consumir más...pero cosas mexicanas. Es lo que dice el gabacho, pero de lo suyo.
No hay otra salida. Solamente pudiera haber alternativa si Trump entiende que está llevando a una enorme crisis al útimo imperio conocido.
PARA LA MAÑANERA DEL PUEBLO (porque no dejan entrar sin tapabocas): Somos muchos los adultos mexicanos que tuvimos o tenemos en nuestra dependencia adolescentes.
Está corriendo en Netflix una serie inglesa de cinco capítulos que se llama precisamente así, “Adolescencia”, y que todos debiéramos ver. Independientemente de su magistral realización con la técnica de toma-secuencia, es un tratado profundo del mundo desconocido de nuestros hijos y nietos, de su lenguaje críptico, simbología distante y universo de valores que no solamente no entendemos: ni siquiera nos damos cuenta de que existe.
Y tampoco nos importa eso.