Tambores de Guerra
FÉLIX CORTÉS CAMARILLO

De cuando en vez, cuando no tienen nada qué hacer, los jefes de los estados más poderosos del mundo se amenazan mutuamente con desatar una guerra, que con la globalización del planeta tendría que ser mundial, y con el avance de la tecnología bélica tendría que ser nuclear, desde la horrible experiencia de Hiroshima y Nagasaki de la que ya nadie quiere acordarse. Excepto, claro, los japoneses.

De mi memoria personal rescato los momentos críticos en que el mundo estuvo al borde de un ataque de nervios temiendo lo peor, precisamente porque sabía muy poco de lo que estaba pasando en los correos diplomáticos: la crisis de 1956 por la represión rusa del movimiento rebelde de Hungría, la apresurada erección del muro de Berlín en agosto de 1961, la crisis de los cohetes nucleares soviéticos en Cuba, en octubre de 1962 y la invasión de Checoslovaquia por las tropas del pacto de Varsovia en agosto de 1968.

Ahora tenemos la crisis de Ucrania-Rusia, y Vladimir Putin ya modificó amenazante los protocolos para el uso de su arsenal de armas nucleares, en contra de los Estados Unidos y su sociedad militar internacional, la OTAN.

La cosa va como sigue: Rusia ha sido incapaz, con todo su poderío militar, de doblegar Ucrania en el plazo mínimo que se había prometido.

El presidente ucranio Wolodymir Zelenski ha resultado ser bueno para el cabildeo, logrando un mayor apoyo de armamento de Occidente. Joe Biden, en sus últimos meses de gobierno, le mandó alrededor de cincuenta cohetes de largo alcance, convencionales. Se trata de los MGM-140 del sistema ATACMS (Army Tactical Missile System): a una velocidad de tres mil seiscientos kilómetros por hora alcanzan a llegar a 300 kilómetros. Pueden errar un máximo de diez metros del blanco.

El envío de estos cohetes estaba condicionado: Ucrania sólo los podía usar para atacar a los rusos dentro del territorio ucranio, a donde ya se han colado.

Esta semana Biden autorizó que los misiles cruzaran la frontera y atacaran blancos en Rusia.

El ministerio ruso de la defensa afirma que seis misiles fueron lanzados por Ucrania contra objetivos militares en su país; dice que cinco fueron detenidos y destrozados en el aire; el sexto pegó a una instalación y provocó un incendio.

La respuesta del Kremlin es clara. Putin ha modificado el protocolo de guerra: cualquier ataque a Rusia-así sea con armas convencionales- será considerado como un ataque nuclear si está apoyado por una potencia que dispone de armas nucleares.

En RT (Russian Television), que es el aparato de comunicación y propaganda de Rusia al extranjero, Taryk Cyril Amar, un “experto” alemán, editorializa acusando al gobierno de Biden:

“No hay duda de que esta administración demócrata, que ya está de salida tras una paliza electoral a manos de los republicanos trumpistas, está, literal y deliberadamente, aumentando la tensión de una manera que arriesga una Tercera Guerra Mundial: un enfrentamiento directo entre la OTAN y Rusia”

¿Así o más claro?

Putin sabe que con Donald Trump tendrá un mejor entendimiento que con Biden.

Cojean del mismo pie. Ambos están seguros de encontrar la solución a la invasión rusa de Ucrania, favoreciendo a Rusia. Porque les conviene.

PARA LA MAÑANERA DEL PUEBLO (mientras son peras o son frutas del mismo olmo): Con toda su modestia y timidez, la propuesta de la presidente Sheinbaum de México en el G 20, de que cada país del mundo dedique el uno por ciento de su presupuesto de armamento, el UNO por ciento, a un programa mundial de reforestación, es irrefutable.

Uno diría que debió haber sido aceptada con aplauso y aclamación.

No fue así, ni creo que una futura aceptación unánime tenga lugar.

Hace muchos años que el oficio de matar es un gran negocio.

Y a los negociantes no les interesa ni la pobreza ni el cambio climático.

felixcortescama@gmail.com