NI PROTOCOLOS NI MANDOS

Luis Antonio Pérez Fraga

Lo que estamos viendo suceder en Acapulco es una consecuencia de muchas decisiones que han sido tomadas a la ligera y al botepronto.

Una cosa es haber desaparecido el FONDEN con sus recursos, y otra muy diferente es haber eliminado, con éste, los protocolos que indicaba, elaborados por cientos de expertos de muchos años en la protección civil y en la seguridad.

Lo que hemos visto en los noticieros en los últimos días de lo que está sucediendo en Acapulco ¡es aterrador! Primero, la gente deambulaba por los boulevares, iba y venía sin rumbo, con la mirada perdida y la cara de desconcierto y desconsuelo, los daños más que estar a la vista estaban arrumbados a los lados de la calle compuestos por cientos de árboles y palmeras, escombros, basura y por supuesto lodo, mucho lodo.

Ya iban 72 horas de la tragedia y lo que fue más notorio es la carencia de un mando específico, se veían los daños, en muchos recorridos de televisoras y redes sociales en las calles y el bulevar, pero no se veían cientos de trascabos o miles de elementos retirando escombros, sino simplemente carros volteados, vidrios, ramas, lodo e incluso hasta 6 cadáveres que ¡72 horas después! seguían en plena vía pública sin que nadie hiciera nada.

Es evidente que rebasó la tragedia a los tres órdenes de gobierno, pues a 72 horas nadie sabía dónde estaba la alcaldesa de Acapulco, a la gobernadora se le vio en fotografías no al mando general de las labores de salvamento, limpieza o seguridad sino solo en la zona militar despidiendo al presidente y al otro día en un recorrido en la madrugada, seguramente para no enfrentar a la ira popular.

Como era de esperarse, toda esa muchedumbre que deambulaba desesperada sin encontrar ninguna información, perdiendo la fe ante la falta de energía eléctrica, de agua potable, y sobre todo de alimentos, provocó una de las terribles escenas más espeluznantes en una tragedia nunca antes vista.

Los saqueos por cientos, o tal vez miles de personas que comenzaron, con justa razón primero por agua y comida, para después dar paso a la rapiña indistinta, ya que toda tienda que podían abrir, destrozando la cortina metálica, era saqueada por muchísimos ciudadanos que pasaban en turbas, incluso con camionetas, carretillas improvisadas con llantas de bicicletas y tablas, en donde apilaban desde pantallas de tv, hasta refrigeradores y climas, que evidentemente en un municipio sin luz de poco o nada servían, más que para comercializarlos una vez pasada la tragedia y poder seguir alimentando a su familia, ya que la desesperación masiva se traduce en impotencia colectiva y esto hace que las masas se muevan en una dirección que va marcando la circunstancia y la tragedia con mayor pronunciamiento cada nuevo día que pasa de incertidumbre.

La historia comenzó cinco días antes, cuando se pronosticaba una tormenta tropical en el Pacífico y que era muy probable que se estrellara en el municipio más grande de Guerrero y de importancia mundial por su calidad turística y que continuó avanzando con el paso de los días.

El afamado periodista Raymundo Rivapalacio escribió en el financiero: “El director del Centro Nacional de Huracanes (CNH) en Miami, Michael Brennan, le dijo a CNN en español que, a la una de la tarde del martes, los cazadores de huracanes de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos detectaron que la tormenta era de 30 a 50 kilómetros por hora, más fuerte de lo que habían estimado, lo que llevó a Eric Blake, meteorólogo del CNH, a prever un “escenario de pesadilla”.

El CNH pronosticó por primera vez el huracán a las tres de la mañana del martes, a más de 22 horas que Otis golpeara a Acapulco, con una posibilidad de “1 a 4 de fortalecimiento rápido durante las próximas 24 horas”. Al mediodía lo clasificaron como un huracán categoría 1.

Para las tres de la tarde lo elevaron a categoría 3 y a las 6 ya era oficialmente categoría 4, “extremadamente peligroso”.

Tres horas más tarde lo elevaron a categoría 5 con vientos de 250 kilómetros por hora. A las 12 de la noche con 25 minutos… devastó Acapulco.”

Y la pregunta que todos los medios se hacían es que ¿por qué teniendo información 22 horas antes de la certeza del fenómeno, aunque aún no fuera de categoría 5, al otro día, después del anuncio de los gringos, y que se celebró la mañanera en aproximadamente 2 horas y media que duró, el presidente no dijo ¡ni una sola palabra acerca del impacto del huracán! lo mismo el gobierno del estado, quien no alertó a través de todos los canales de televisión, locales e incluso nacionales, estaciones de radio, carros de sonido, etcétera, ya que incluso una convención nacional de mineros que se llevó a cabo a las 20 horas, apenas 4 horas y pico antes del huracán, la gobernadora Evelyn Salgado mandó a su Secretario General de gobierno en su representación, a la de Desarrollo Económico y al Secretario de Turismo y jamás les advirtieron nada a los miles de participantes.

Lo más patético, fueron los turistas, atrapados en sus hoteles, salieron decenas de relatos en todos los noticieros, de huéspedes narrando que se tuvieron que encerrar, algunos en el baño, otros debajo de las camas porque nadie les avisó de la tragedia que se esperaba.

Una turista del legendario Hotel Princess que contó entre sollozos cómo se encerró en un closet pues pensaba que iba a morir, hotel que quedó, como casi todos, en obra negra, sin puertas, ventanas ni paredes, ya que por lo regular son de Durock o tabla roca y todos parecían que era una escena de la franja de Gaza o Israel después de los bombardeos.

Los turistas se tenían que haber desalojado de inmediato, o al menos 6 CDMX horas antes a albergues seguros, pues de los anunciados en escuelas, todos quedaron igualmente destruidos.

Todos los chilangos tenían tiempo para, incluso poniendo un ejemplo extremo ya que operaciones en autobuses o el impedir la salida desde cualquier punto de la República con destino a Acapulco, tomar sus automóviles y estar durmiendo en sus casas al momento del impacto, lo cual, al disminuir el número de damnificados, incrementa la calidad en la atención de quienes no pudieron salir y concentrarse en el resto de los problemas que un fenómeno como éste conlleva, siendo la vida el máximo valor a preservar.

Ahora viene el problema mayor; la reconstrucción, pues todos los drenajes serán colapsados por las miles de toneladas de lodo que seguirán saliendo.

El jueves de la semana pasada platicando con Miguel Ángel Yunes Márquez, me contaba que a él le toco enfrentar la tragedia del huracán Karl la primera vez que fue alcalde de Boca del Río, y me sorprendió la pregunta que me hizo:

¿tú sabes lo que pesa un colchón mojado y lleno de lodo?

Uno no repara en esos pequeños detalles, pero me contaba que entre 10 no lo podían cargar, que tenía que ser maquinaria pesada la que lo hiciera y que tan solo en ese huracán y en un solo municipio, Boca del Río, recogieron ¡15,000 toneladas de lodo! que los camiones de volteo eran insuficientes con la oferta que había en la zona conurbada pues ¡no se daban abasto! para acarrear tanto escombro, lodo y basura.

Eso me recordó cuando hace muchos años, que quien esto escribe estudiaba un posgrado en Austin, Texas y fui unos días a visitar la ciudad de Houston, cuando se pronosticó un huracán que azotaría infaliblemente a Houston.

Todos los canales de televisión, todas las estaciones de radio, no hablaban de otra cosa más que el solicitarle a la gente; no que se resguardarse, no que encintara sus vidrios, no guarecerse en refugios, sino ¡abandonar Houston en chinga! Evacuar la ciudad entera.

Las filas de carros en los ocho carriles del freeway para salir de Houston eran interminables, todo Houston consiguiendo hoteles en los lugares más alejados y de menor riesgo, e incluso hasta a seis horas de distancia para estar seguros pues no había cuartos disponibles ya a menor distancia por tanta demanda, y la otra vista impresionante,  eran los ocho carriles de regreso, los que también estaban atascados, pero esos de ¡vehículos de rescate! de ambulancias, de trailers cargando maquinaria pesada; trascabos, retrocargadoras, grúas, etcétera, que ya iban días antes a enfrentar la muy posible tragedia.

Acá no se tuvo la oportunidad de tanto tiempo de antelación es cierto, pues es verdad, que a todos tomó desprevenidos el que esta que era pronosticada tormenta tropical, con las aguas del Pacífico atípicamente cálidas por el cambio climático (30 o 31 grados) dieron pie a la formación del huracán con una intensidad de categoría 5, pero se tuvieron 23 horas antes la certeza de que ya no era una tormenta tropical y como 6 horas antes, al menos, de que sería devastador con categoría 4 ya pronosticada, por lo que si se evacuó Houston con millones de habitantes con más razón Acapulco, pues en 6 horas los acapulqueños no tan solo podían llegar a Chilpancingo sino hasta la propia CDMX, lo demás, quedará inscrito en la historia de nuestro México, por supuesto de Guerrero e incluso… de toda la humanidad. Uffff.

P.D. Ahora, por ese cambio climático mundial evidente, es que más felicito la difícil, pero hoy entendida y acertada decisión de nuestra alcaldesa Paty Lobeira de Yunes de alejar nuestra máxima fiesta que es el carnaval de Veracruz de los nortes de febrero cada vez más intensos ¡Excelente!

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