Por Andrés Timoteo
SUEÑO DE ‘MAXIMATO’
Aunque parezca inverosímil, la víctima de ayer se convirtió el verdugo de hoy sin importarle que rompa los límites que presumía. Y no para hacerse justicia ni para castigar a los malvados del pasado sino por el mero afán de retener el poder. El presidente Andrés Manuel López Obrador se está mimetizando con dos de sus ‘némesis’ más odiados: Carlos Salinas y Vicente Fox, y pretende hacerse realidad el sueño del expresidente Plutarco Elías Calles.
Al primero lo catalogó como el jefe de la “mafia del poder” y lo usó por años para culparlo de todo lo malo que acontecía en el país. Al panista le tiene un especial repudio porque trató de frenarlo electoralmente en el 2006, lo quiso meter a la cárcel tras desaforarlo, pero no se atrevió a consumar la maniobra.
Eso sí, Fox operó para que no llegará a palacio nacional e impuso a Felipe Calderón. Por eso el tabasqueño está muy dolido y es un hombre de rencores largos. Pues bien, en las paradojas del quehacer político, ahora López Obrador hace, en cierta forma, lo que hicieron Fox y Salinas en el terreno electoral.
No solo pone a disposición del partido de Estado – Morena es lo que antes era PRI y con Fox el PAN-, todo el aparato gubernamental sino que él mismo se ha convertido en el jefe y estratega de campaña. Y si bien todavía no se le ha concedido imponer a su elegido -bueno, elegida -como candidato del oficialismo, hace todo lo posible para lograrlo.
En su momento, Salinas no logró dejar a un sucesor designado por él ni tampoco Fox pues Ernesto Zedillo llegó ‘de rebote’ tras el asesinato de Luis Donaldo Colonia y Calderón le ganó la candidatura a Santiago Creel quien era el secretario de Gobernación en el foxismo.
Hoy, López Obrador está empecinado en heredarle el cargo -solo el título, no el poder- a la exregenta capitalina, Claudia Sheinbaum pues así alcanzará el sueño anhelado por todos los presidentes desde Plutarco Elías Calles: seguir gobernado a través de un títere, retener el poder y que gobierne a través de un tercero, una marioneta.
Vaya cosa, noventa años después acaricia el sueño callista de imponer un ‘maximato’ – le nombran así en alusión al término “jefe máximo” por encima del presidente en funciones, algo así como el ‘jefe de jefes’ o el “capo di tutti capi” aplicado a la política -.
La historia es una maestra infaltable y predictiva. Con Claudia Sheinbaum y Adán Augusto López, el tabasqueño tendrá garantizado su ‘maximato’ y gobernará desde su rancho de Chiapas, pero con Marcelo Ebrard corre el riesgo de que éste siga el ejemplo de Lázaro Cárdenas y se sacuda el dominio pos-sexenal.
No lo subirá a un avión para enviarlo al exilio, pero posiblemente ataje sus pretensiones de seguir gobernando en forma transexenal. Por eso, Sheinbaum es la prioridad para López Obrador, la segunda opción es López Hernández y de última instancia y solo estando ‘in extremis’ dejaría a Ebrard en la candidatura.
Lo malo para él y sus sueños callistas es que lo que hace dos meses veía como casi un hecho ya se le alteró y está en riesgo por la irrupción de la senadora panista Xóchitl Gálvez en la parrilla de aspirantes presidenciales. La hidalguense es un fenómeno político y mediático que despabiló a la oposición y amenaza el proyecto del “lopez-neo-callismo”.
CAJA O CÁRCEL
Por eso quiere frenarla a cómo de lugar y, para ello, el tabasqueño no descarta ninguna acción ni ningún escenario por muy pérfido que sea. Desde hace un par de semanas ha retumbado en los merenderos políticos del país y en los espacios de los analistas el riesgo de un magnicidio contra Xóchitl Gálvez si está sigue creciendo en las intenciones de voto y rebasa a Sheinbaum.
López Obrador no la mandaría a matar, eso está claro, pero si ha creado -y lo sigue haciendo – todas las condiciones de odio, acusaciones y demonización hacia la senadora para que algún ‘chairo’ fanático o el mismo crimen organizado -tan a gusto y tan aliado del morenismo- lo haga por él.
El presidente ha salido a desmentir la especie y a quejarse de que lo difaman, que hay una campaña de sus opositores para endilgarle la responsabilidad si hay un atentado contra Gálvez. Pero, ¿por qué no garantizó que no lo habrá y solo se abocó a anticipar que si algo le sucede a la opositora él no lo ordenó? Nuevamente la victimización como estrategia sacudidora. Si matan a la que odia, él será la víctima. Ajá.
De suceder, López Obrador se transfigurará en el Salinas de Gortari actual pues al final del salinato mataron a Luis Donaldo Colosio y así descompusieron su sueño de ‘maximato’ omnipotente, solo que en este caso el beneficiado con un magnicidio será el régimen en el poder, al menos eso calculan ellos, pero es un ‘arma de doble filo’ pues la ciudadanía se podría volcar en votos de castigo por tal ignominia.
La otra ruta que está tomando el lopezobradorismo es la misma que en el 2006 tomó Vicente Fox al intentar desaforar al tabasqueño y encarcelarlo. Ahora hay una andanada de denuncias penales contra Gálvez tanto por su papel como jefa de la delegación Miguel Hidalgo como por los contratos que su empresa ha tenido con el sector público.
Buscarán fincarle responsabilidad penal y desaforarla antes de los comicios del 2024 para que no aparezca en las boletas. Así, lo que no se atrevió a culminar Fox en el 2006, lo llevaría a sus últimas consecuencias López Obrador con tal de retener el poder.
No se atreverá a tanto, dirían sus simpatizantes, pero son ilusos. Basta mirar al sur donde los próceres del lopezobradorismo para admitir que todo es posible: en Venezuela, Nicolás Maduro inhabilitó a María Corina Collado, la opositora más popular para que no pueda ser votada en los comicios del 2024.
Y en Nicaragua, Daniel Ortega inhabilitó, encarceló y expulsó del país a los siete aspirantes de la oposición en los comicios presidenciales del 2021. Se reeligió, por supuesto, pues llegó solo a la papeleta de votación.¿Qué le cuesta a López Obrador eliminar con cárcel o caja a Xóchitl Gálvez? Ya está en esa faena.
*Envoyé depuis Paris, France.