Por Andrés Timoteo

LOS INCÓMODOS

Hace tres años, el 18 de septiembre del 2020, el presidente Andrés Manuel López Obrador se burló abiertamente de lo que la prensa reportaba en materia de víctimas por la crisis de inseguridad y la violencia. En su conferencia matutina, el tabasqueño hizo que en la pantalla pusieran la portada del diario Reforma en la que se leía como nota principal: “Suma México 45 masacres”.

Y enseguida lazó sarcástico: “Ahí están las masacres, je je je”. Fue una mofa. El jefe de las fuerzas armadas y el que prometió que pacificaría la nación riéndose de la tragedia y de quienes la han padecido.

En aquel momento, esas 45 masacres involucraban a 320 personas, pero apenas habían transcurrido diez meses del inicio del sexenio. Ahora, casi cinco después, ya son 226 masacres con 3 mil 285 víctimas según la organización civil Causa Común, aunque eso es al corte de junio pasado, hasta el primer semestre de este 2023.

Falta agregar las perpetradas en lo que va de julio y agosto. Causa Común sostiene que en el país se registran diariamente 18 crímenes violentos y masivos, entonces habría que sumar más de 800 masacres a las reportadas en junio.

Son los números del horror y eso que apenas es una de las barbaridades documentadas en México donde el crimen organizado predomina -no que está presente sino que prácticamente manda y es autoridad – en el 60 por ciento del territorio nacional.

En cifra individuales de asesinatos violentos atribuidos al hampa ya son 163 mil 260 hasta el corte del 15 de agosto con un promedio de entre 85a 101 asesinatos por día durante lo que va del sexenio. El dato rebasa por más de 50 mil víctimas al saldo en el sexenio de Enrique Peña Nieto que fue de 108 mil 124 homicidios y dobla el número del gobierno de Felipe Calderón que fue de 85 mil 391 asesinatos.

A su vez, hay 111 mil personas desaparecidas en el país y el 40 por ciento corresponden al periodo obradorista. Hasta finales de mayo pasado, según el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RNPDNO), sumaba 42 mil 029 personas no localizadas desde diciembre del 2018, a razón de 25 desapariciones diarias.

Juntos todos esos horrores -los homicidios individuales, las desapariciones y las masacres -, dan pauta de lo que sucede la “cuarta transformación”: no se transformó nada sino que empeoró, no se pacificó al país, no se combate a los cárteles de la delincuencia, no hay justicia para las víctimas pues la estadística demuestra que la impunidad en esos crímenes es del 93 por ciento, y para completar hay una postura burlona hacía las propias víctimas.

Ayer en la misma conferencia matutina cuando los reporteros le preguntaron a López Obrador por los cinco jóvenes desaparecidos en Lagos de Moreno, Jalisco, el presidente fingió no escuchar la pregunta y se puso a contar un chiste sobre un hombre que le cobra una deuda a otro y este le responde: “n’oigo…n’oigo”, con la risa incluida.

El tabasqueño no quiere oír sobre las víctimas. Le molesta el tema porque son marcas que lo dejan en evidencia. Los muertos, los desaparecidos, los masacrados le son incómodos y entonces prefiere burlarse de ellos que ofrecer una explicación o si quiera dar una disculpa a quienes los lloran o los buscan. El caudillo ensordece ante el clamor del pueblo, así de simple.

AMOR PARA UN LADO

Así, el régimen y mandatario que engatusó a los mexicanos durante su campaña electoral con la promesa de que sería diferente a los del pasado y que encabezaría una “república amorosa” y que resultó lo contrario. Vaya que los mexicanos sienten en carne propia aquella queja poética que Julio Cortázar plasmó en su “Rayuela”: “Me atormenta tu amor, no me sirve de puente porque circula de un solo lado”.

En efecto, lo ‘amoroso’ del sexenio que prometió López Obrador es para un solo lado, el de los mafiosos. A ellos si les cumplió eso de darles “abrazos, no balazos”. No los combate, no los contiene, no los investiga, no los juzga, no los encarcela y no los somete a la ley. La amenaza máxima que les ha dado es acusarlos con sus mamás y sus abuelas.

Mientras que para las víctimas de esos malhechores hay burlas, desidia e indiferencia, el presidente se erige como ‘farol de la calle’.. El 21 de julio pasado recibió en palacio nacional a Estela de Carlotto, fundadora de la organización Abuelas de Plaza de Mayo en Argentina, una organización que por más de 40 años se ha dedicado a buscar los desaparecidos de la última dictadura militar.

A Carlotto la llenó de halagos y hasta la llevó a la conferencia mañanera, caso contrario a lo que ha hecho con las madres mexicanas buscadoras de desaparecidos a las que se les ha negado audiencia. Las repele, las maltrata y en ocasiones hasta las ataca considerándolas complotistas contra su gobierno.

Las madres mexicanas son otras incómodas. Ellas le recuerdan su fracaso en seguridad y derechos humanos, le destruyen la retórica del “humanismo mexicano”. Y el trato burlón hacía ellas y los otros incómodos del sexenio -los asesinados, desaparecidos, etcétera- es una forma de esconderse, de huir de la realidad, de evadir el desastre humanitario que tiene.

LOS MALDITOS

Hablando de déspotas, es una delicia leer el artículo de la escritora española Selena Millares, publicado recientemente en el diario El País sobre los asesinatos por encargo en el extranjero que ordenó el dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo. Millares se ocupa de los exiliados que ejercieron como periodistas y escritores, algún día aliados del dictador, pero luego huyeron del país caribeño.

“El rastro de muerte del dictador Trujillo” se titula y da cuenta de los ‘escribientes malditos’ para el régimen trujillista que fueron secuestrados, torturados, desaparecidos y, claro, asesinados, por usar la pluma para cuestionarlo. Es una columna política escrita por una novelista. Imperdible. En el periódico El País está restringido el acceso a los no suscriptores, pero gracias a la magia de los internautas la columna se puede leer en este sitio: https://goo.su/aXtPl

*Envoyé depuis Paris, France.