Por Andrés Timoteo

AQUELLA NEGLIGENCIA


El pasado nunca se va, solo se esconde y siempre vuelve, reza una reflexión. Así pasa en Veracruz con el regreso de un bicho que enferma masivamente a la gente desde hace décadas: el mosquito Aedes aegypti que transmite el virus del dengue que llega a ser mortal cuando las autoridades no hacen su trabajo de proteger a la población.

Antes de la pandemia de Covid-19, la principal preocupación sanitaria en cuestión vírica en la entidad era precisamente el dengue. Claro, ya había otras fiebres parecidas como zika y chikungunya, también transmitidas por mosquitos, pero cuya presencia en México apenas data de los años 2015 y 2014, respectivamente.

En cambio, el dengue tiene setenta años en el país y ha generado crestas muy elevadas de contagiados y muertos. Nadie olvide que una de las variantes de este virus provoca hemorragias que pueden conducir a la tumba a quienes las padecen.

Por los años noventa hubo uno de los brotes de dengue hemorrágico más desbastadores en Veracruz. ¿Se acuerdan de la sección habilitada en el Hospital General del puerto para aislar a los infectados en camas con pabellones? Las imágenes eran tétricas porque además de mover al miedo popular también mostraban la magnitud de la epidemia.

¿Cuántos murieron por dengue en aquella época? No se sabe porque los datos fueron ocultados, pero se presume que decenas. En el 2019 hubo otro gran brote en el país y Veracruz junto con Jalisco lideró la estadística de infectados y muertos. Hace exactamente 5 años, en octubre, la ola epidémica de dengue en México era noticia internacional.

El informe epidemiológico de la Secretaría de Salud federal reportó que en ese año Jalisco registró 11 mil 727 personas infectadas y 49 de muertas. Veracruz ocupó el segundo lugar con 10 mil 902 infecciones y 37 decesos. Chiapas les seguía con una estadística lejana, 2 mil 241 casos positivos y a 22 muertes.

En la entidad veracruzana, la prensa no solo se limitó a difundir la estadística sino que indagó sobre las causas y se corroboró que la intensidad y mortalidad de aquel brote epidémico no fueron exclusivamente serológicas ni climáticas -por la adaptación del mosquito a todos los entornos, incluyendo los fríos – ni por la resistencia de los insectos a los plaguicidas.

Fue esencialmente una causa negligente ya que el gobierno estatal no invirtió en prevenir la epidemia.

En muchísimos reportes de prensa se documentó que ya casi terminaba el verano de aquel 2019 y la Secretaría de Salud no había adquirido las dotaciones de insecticida para fumigar los lugares públicos.

No había reactivos para combatir al mosco ni campañas para eliminar su hábitat -de descacharrización y abatización-.

Esas tareas siempre se iniciaban a principios de la primavera, pero no ese año -cuando el cuitlahuismo apenas llevaba unos meses en funciones – porque no destinaron fondos suficientes para proteger la salud de los veracruzanos de esa plaga.

La minimizaron porque a lo anterior se sumó a la crisis de personal pues se despidieron a decenas de trabajadores del área de combate a los vectores y llegó el momento en que no tenían quien fuera a fumigar. Muchos de los despedidos denunciaron públicamente el maltrato laboral.

Después, ya cuando el dengue estaba imparable se comenzó a contratar, a marchas forzadas, a empleados eventuales y en algunos casos a recontratar a los que habían corrido injustificadamente, pero el mosco ya se cebaba sobre los veracruzanos.

Oficialmente fueron 37 muertos, pero extraoficialmente – basándose en reportes de médicos, enfermeras y de la prensa – habrían fallecido unas 120 personas a causa de la negligencia de los encargados del sector salud.

Y aquella negligencia no fue por improvisación o falta de experiencia sino por las raterías de los funcionarios.

SÍ LES EMBONÓ

Mucho se dijo que en entonces titular de la Secretaría de Salud, Roberto Ramos Alor se había robado el presupuesto para medicamentos e insumos, entre ellos los de combate al dengue.

En junio de ese año, cuando la fiebre hemorrágica ya mataba a decenas y se acumulaban las denuncias por el desabasto de medicinas, el funcionario dijo enojado a los periodistas que cuestionaban sus argumentos: “Ningún chile les embona”.

Ese fue el posicionamiento del cuitlahuismo ante la crisis sanitaria. Ramos, recomendado por la zacatecana Rocío Nahle -nadie debe olvidar eso – se fue de la institución en mayo del 2022 sin rendir cuentas por su negligencia y corrupción.

Sigue impune por las 120 muertes por dengue en el 2019 y por las 45 mil muertes por la Covid-19 -oficialmente reportó solo 16 mil 400 decesos-.

La Fiscalía no lo llamó a comparecer, tampoco el congreso local. A la fiscala Verónica Hernández y a los legisladores, incluidos los de la “oposición” sí les embonó el picante argumentativo de Ramos Alor. Y callaron ante la negligencia mortal.

BICHO REMASTERIZADO

Hoy Veracruz se encuentra en una situación parecida a la del 2019. El dengue está imparable y matando.

Ya se reportó el deceso de dos niñas en Alvarado, pero se sabe de más muertes que han sido ocultadas, inscritas por otras razones en las actas médicas.

Hay opacidad ordenada para tratar de ocultar la magnitud del brote.

Según la Secretaría de Salud federal, el estado nuevamente está en el segundo lugar nacional con 5 mil 568 casos positivos, solo superado por Yucatán que tiene 6 mil 819 infectados.

Desde marzo pasado se alertaba del comienzo de un brote epidémico agresivo en todo el país, ¿y qué creen?, en Veracruz hicieron lo mismo que hace cinco años: casi nada.

El pasado se repite. Apenas a finales de julio comenzaron las “jornadas de tequio contra el dengue”, ya en pleno verano igual que en 2019.

Y, ¡oh sorpresa!, hoy se sabe que en la Secretaría de Salud siguen las raterías y más de mil 500 millones se han embolsado los encargados.

Ya no está al frente el nahlista Ramos Alor, tampoco Gerardo Díaz, pero ahí sigue el corruptísimo Jorge Sisniega.

Ahora se entiende porqué el bicho campea remasterizado a sus anchas por todo Veracruz.