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TEXTO IRREVERENTE | BANALIZACIÓN - La historia es esta: El 11 de marzo de 1993, el fotorreportero sudafricano Kevin Carter viajó a la frontera de Sudán para registrar lo que llamaban el "Triángulo de la Hambruna", un desastre...

La historia es esta: El 11 de marzo de 1993, el fotorreportero sudafricano Kevin Carter viajó a la frontera de Sudán para registrar lo que llamaban el "Triángulo de la Hambruna", un desastre humanitario desprendido de la guerra que el gobierno islámico tenía...

Por Andrés Timoteo

BANALIZACIÓN

La historia es esta: El 11 de marzo de 1993, el fotorreportero sudafricano Kevin Carter viajó a la frontera de Sudán para registrar lo que llamaban el "Triángulo de la Hambruna", un desastre humanitario desprendido de la guerra que el gobierno islámico tenía con las tribus Nuer y Dinka.

Caminando en la aldea de Ayod, donde comenzó su registro fotográfico, no muy lejos de uno de los centros de alimentación montados por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) escuchó un gemido y al buscar su origen vio a una niña postrada en el suelo.

La pequeña, con visibles signos de desnutrición crónica y severa -estaba en los huesos- reposaba en el suelo casi desfallecida por la debilidad extrema. No se supo cuánto tiempo llevaba allí, pero una parvada de buitres moteados ya la sobrevolaba.

Una de las aves aterrizó a unos metros de ella precisamente cuando apareció Carter quien al ver la imagen como periodista dedujo que allí tendría una súper-fotografía, el retrato completo del "Triángulo de la Hambruna" en una sola imagen: la niña famélica siendo devorada por los buitres.

Y esperó a que eso sucediera, pero no pasó pues la pequeña seguía viva y los buitres que solo comen carroña, o sea tejidos muertos, nada más la vigilaban esperando el momento en que muriera y comenzara su descomposición. El pájaro se paró cerca para inspeccionar si ya era cadáver.

De hecho, la pequeña no estaba tirada sino en cuclillas, con todo el torso muy bajo y la cabeza reclinada sobre sus manos.

Vaya, como si estuviera en la 'Ozalá', el rezo del Islam que obliga a postrarse casi totalmente en el suelo.

Si bien no logró captar a los buitres devorando a la niña, sí alcanzó la gloria periodística porque la foto -con la niña postrada y el ave acechando de lejos- vendida a la agencia Sigma fue publicada en el The New York Times el 26 de marzo de 1993 y al siguiente año lo hizo ganador del Premio Pulitzer.

La imagen lo catapultó en su carrera, pero a la vez le allegó una cascada de críticas a nivel mundial por privilegiar la noticia sobre el acto de humanidad.

Lo cuestionaron por esperar a que el ave carroñera desgarrara a la pequeña para tomar la placa en lugar de auxiliarla.

Esa fotografía fue un monumento a la banalidad del oficio periodístico, señalaron los analistas retomando y adaptando el concepto de 'la banalidad del mal' que acuñó la filósofa alemana Hannah Arendt respecto a los nazis.

Es cuando la muerte de las personas no llega a importar con tal de satisfacer un objetivo político, laboral, económico, bélico o religioso.

CRIMEN Y CASTIGO

Ante la oleada de críticas, el fotógrafo juró que no había desestimado el auxilio a la niña casi desfallecida.

"Luego de la foto, espanté al buitre", le dijo a sus colegas, lo que se entendió más como una aclaración forzada.

Uno de esos colegas -ya ven que nunca falta aquel que 'suelta la sopa'- reveló después que Carter le había dicho eufórico:

"¡Esa es la maldita foto!, ¡un cadáver exquisito!"

Y por ese acto y esa expresión deshumanizados aparentemente le llegó un castigo.

A pesar de haber logrado el reconocimiento mundial, Kevin Carter cayó en depresión aguda, se volvió adicto al 'White pipe', una mezcla de cocaína y marihuana y su familia se desintegró derivado de lo anterior.

Y 27 de julio de 1994, un año después de tocar la gloria periodística, se suicidó hundiendo su camioneta en el río Braamfontein Spruit. Tenía 33 años.

La foto le trajo una maldición, se dijo. Vaya, hay una obra teatral sobre su vida que lleva como título su expresión emitida tras capturar aquella imagen en Sudán:

"Cadáver exquisito".

Años después, en el 2011, una investigación del diario madrileño El Mundo reveló que la protagonista de la fotografía era en realidad un niño de nombre Kong Nyong quien sobrevivió a ese episodio de hambruna, pero falleció en el 2007, a los 22 años, a causa de la Fiebre del Valle del Rift transmitida por la picadura de mosquitos.

Al final, Kong Nyong sucumbió por otro de los males de la pobreza.

LOS INDOLENTES

La historia viene al caso por la muerte del joven zapatero Rodrigo Rodríguez cuyo cadáver fue rescatado el lunes pasado, una día después de que se hizo famoso pues lo filmaron cuando era arrastrado por la corriente de un río en la comunidad La Victoria de Catemaco.

El joven de 21 años llegó a aferrarse en la base de un puente, pero no por mucho tiempo pues al final se lo tragó el cauce. Lo indignante es que del grupo de personas que lo grabaron con sus teléfonos móviles y subieron el video en las redes sociales ninguna le prestó ayuda. Usaron su situación de riesgo y muerte como "contenido" y a él lo dejaron a su suerte.

Con la democratización mediática debido a las redes sociales, los banales ya no son únicamente los periodistas.

Ahora los usuarios de la web demuestran que ellos son tan deshumanizados como algunos de los anteriores.

El domingo nadie auxilió a Rodrigo en Catemaco como hace treinta años Carter no lo hizo con Kong Nyong en Sudán.

En las dos historias solo esperaban la "mejor" imagen para grabarla y hacerla 'viral'. ¿A los indolentes catemaqueños también les espera una maldición?

*Envoyé depuis Paris, France.