Por Andrés Timoteo

EL PADRE BUENO

Partió el que era humilde sin ser tonto, el pequeño que fue grande, el descalzo sin ser populista, el sencillo sin ser inculto, el universal tanto como aldeano, pedagogo de la igualdad y la solidaridad, el peregrino que caminaba en medio de los leones y metía la mano en la madriguera de las serpientes.

Se fue el que sabía y enseñaba a reconocer a Dios en los diminutos: los desposeídos de lo material, los migrantes, los enfermos, los indígenas, las mujeres, los campesinos, los obreros, los niños, los discapacitados, los ancianos, los perseguidos, los reprimidos y, en general, los obviados en las sociedades actuales y de siempre.

Sus detractores en el poder político y económico y hasta los de su misma Iglesia -que fueron los más feroces- lo acusaron de ser comunista, guerrillero, desestabilizador, manipulador, violador del canon eclesiástico, distorsionador del mensaje bíblico y hasta de hereje.

Colocar al hombre y en especial al hombre pobre como centro de la misión de la Iglesia Católica le valió la persecución del Vaticano.

El propio Benedicto XVI cuando era el cardenal Joseph Ratzinger y prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe lo hostigó bajo el señalamiento de que mezclaba el Evangelio con el marxismo.

El martes pasado falleció el sacerdote dominico Gustavo Gutiérrez Merino-Díaz a los 96 años.

El Dios en el que creía, al que le rezaba y divulgaba, le concedió cierta longevidad.

Lo llamaban el "padre de la Teología de la Liberación" pues fue el pilar de esa interpretación del Evangelio en América Latina. La plasmó en su obra más reconocida e instructiva, "Teología de la liberación: perspectivas", publicada en 1971, seis años después del Concilio Vaticano II que reformó a la Iglesia Católica.

En ella marcó el camino para los religiosos y fieles latinoamericanos en la opción preferencial por los pobres, la cual debe ser prioridad y modo de vida.

La pobreza no es una virtud sino un ultraje al proyecto divino, decía.

"Es un estado escandaloso, atentatorio de la dignidad humana y por consiguiente contrario a la voluntad de Dios”.

Alguien falto de una vida digna, sin pan sobre su mesa, medicina para curarse, una muleta para andar, agua para tomar, un techo para vivir, una escuela para aprender, un trabajo para subsistir, falto de respeto y de un lugar en la sociedad es un agravio a Creador, explicaba.

"Cuántas veces se ha pretendido que la pobreza es algo así como un hecho natural, casi una fatalidad, un destino y no como lo que es en verdad: una condición creada por manos humanas y, por lo tanto, susceptible de ser cambiada", acotaba.

Y, por lo tanto, todos somos responsables de esa condición antidivina, unos más y otros menos, pero lo somos todos.

Cierto, su obra se apuntala en el cristianismo, pero a la vez es muy universal, ecuménica, válida para todos los que tengan un grado de conciencia y empatía para con el otro sin importar el credo que profesen.

Tiene que ver con no ser indiferentes frente a los necesitados y con el humanismo más que el cristianismo, el budismo, el islamismo, el judaísmo, el hinduismo o cualquier otra religión.

La explicación del peruano Gutiérrez era sencilla: si Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza y lo declaró su hijo, entonces los hombres son Él.

Y el mismo Dios advirtió a través de un evangelista: "lo que hagas con cada uno de ellos, sobre todo los más pequeños, me lo hiciste a mí" (Mateo 25:40).

Y pedirá cuentas sobre eso, lo dijo desde el inicio de todo, alertaba el padre Gutiérrez citando aquel pasaje de la Creación cuando Dios cuestiona a Caín:

"¿Dónde estás y dónde está tu hermano?, ¿qué es lo que haz hecho?" (Génesis 4:9-16). O sea, "ante Él tendremos que responder por nosotros y por nuestros semejantes, lo que hicimos por ellos o contra ellos", remarcaba.

Se fue el teólogo liberador, pero su enseñanza sigue vigente y global, durará hasta que los hombres permanezcan sobre la tierra porque no es una idea de moda y, por lo tanto, pasajera sino que trata de la humanidad, de nosotros mismos y nuestra convivencia, y de la pertenencia, según él, a lo divino.

Partió el padre bueno, el instructor de cómo vivir el Evangelio desde la propia conducta cotidiana, el que enseñó a la gente para abandonar su parte bestial -hablando de la conducta, no de los animales que son criaturas benignas y simpáticas- y hacer efectiva, aquí en la tierra, su inherencia celestial.

LAS MARAVILLAS

En medio del diluvio hay maravillas en Veracruz. No se quejen, bueno sí quéjense pero no mucho.

Las lluvias torrenciales y las nubes cargadas de humedad que trajeron la tormenta tropical Nadine y el frente frío número 4 también obraron el prodigio de restaurar lo que se daba por perdido.

Las lagunas porteñas -la Lagartos entre ellas- que hace meses estaban casi secas ahora se desbordan y los glaciares del Pico de Orizaba a los que les hacían las exequias vistieron de blanco todo el volcán.

Es el toma-y-daca de la naturaleza.

¡Ovedcín debe cuidarse de los cocodrilos dientudos y las ranas saltonas que se escaparon del lago y andan como 'Juan por su casa' allá en Las Brisas!, ¡Que no los toree!

*Envoyé depuis Paris, France.