Por Andrés Timoteo

GENTE DE AGUA

¿Qué les pueden contar a los tlacotalpeños de inundaciones?

Nada.

Están acostumbrados a lidiar con el Papaloapan, el río al que conocen muy bien pues allí vive su diosa Chalchiuhtlicue a la que con la sicretización religiosa generada por la colonización española la llamaron Virgen de la Candelaria.

¿Y qué les van a contar a los chacaltiangueños, tuxtillenses, tlajocalpeños, cosamaloapeños, amatecos, carrillenses, san juaneros o evangelistianos y a los acultecos?

Tampoco nada.

Son gente de agua acostumbrada a convivir el Río de las Mariposas.

Una crecida o desbordada ya no les espanta.

Sin embargo, ahora mismo que los cuenqueños están soportando otro embate del río que si bien no es cosa inédita hay que atender el asunto con urgencia porque la naturaleza llega a ser agresiva y devastadora.

¿Veremos la típica imagen de todas las calles y plazas inundadas en la Perla del Papaloapan?

Tal vez no, por fortuna, ya que los expertos indican que comienza a bajar el nivel del Papaloapan.

Pero ya hay registro fotográfico icónico e histórico de Tlacotalpan inundada.

En una imagen famosa aparece un grupo de hombres cargando una tradicional silla tlacotalpeña sobre la que va sentada una anciana, ¿alguien sabe de cuál inundación es y quién fue el fotógrafo?

El maestro Miguel Ángel Barragán hablaba de ella en aquellos tiempos de aprendizaje.

Lo que sobra en Tlacotalpan y los otros municipios cuenqueños son inundaciones.

Según los investigadores José Velasco y Gustavo Ramos en su ensayo "Agua: símbolo de vida y muerte en el bajo Papaloapan" (2005) del siglo XVI al XX hay registrados veinte desbordamientos severos.

Fueron en los años 1522, 1714, 1717, 1831, 1875, 1888, 1901, 1903, 1912, 1921, 1922, 1929, 1931, 1935, 1941, 1944, 1945, 1947, 1950 y 1959.

Habrá que agregar los del 2010 ocasionados por dos fenómenos meteorológicos que azotaron en septiembre y octubre, el huracán Karl y la tormenta tropical Matthew.

IGUAL QUE MACONDO

Estas dos últimas inundaciones fueron cubiertas por varios de la generación actual de reporteros, fotógrafos y camarógrafos que nutrieron la opinión pública con imágenes y crónicas de Tlacotalpan en la calamidad.

En las anteriores también hubo colegas de antaño que fueron hasta allá para contar la tragedia.

Y donde no llegó la prensa estuvieron los cronistas del lugar que registraron lo sucedido.

Y lo que contaron hasta parecen episodios de la novela "Cien años de soledad" del colombiano Gabriel García Márquez cuando en Macondo llovió durante cuatro años, once meses y dos días.

"Se desempedraba el cielo en unas tempestades de estropicio, y el norte mandaba unos huracanes que desportillaron techos y derribaron paredes, y desenterraron de raíz las últimas cepas de las plantaciones".

Así ha pasado en la Cuenca del Papaloapan.

Vale la pena al novelista e historiador Octaviano Corro que en su libro "El cantón de Cosamaloapan" (1951) plasmó crónicas que son casi del realismo mágico que en la literatura impulsaron Juan Rulfo, primero, y García Márquez, después.

Hay la versión de que García Márquez leyó a Corro para ayudarse a escribir el diluvio de Macondo en su novela publicada en 1967, dieciséis años después que la obra del cosamaloapeño.

Y lo contado por Corro se asemeja mucho al realismo mágico: iglesias sumergidas a las que solo les veían las torres.

Una de ellas, la de la Virgen de la Soledad en Tuxtepec, permaneció siete días bajo el agua y terminó por desmoronarse.

Y entonces le ganó la plaza la Virgen de la Concepción porque levantaron un nuevo templo en su honor.

También cementerios arrasados donde nadaban los esqueletos dentro o fuera de ataúdes y que en Tlacotalpan y Cosamaloapan hubo un tiempo en que las canoas fueron el único transporte en el que la gente podía hacer su vida cotidiana.

Y el amor fue posible en medio del agua estancada porque "en esas chalupas los jóvenes salían por las tardes a galantear".

Vaya, hasta La Llorona se paseaba por las noches lamentando las vidas tragadas por la corriente desbordada del Papaloapan.

A PURO COSTALAZO

Entonces, ¿qué les pueden contar a los cuenqueños de inundaciones?

Nada.

Lo nuevo y lo indignante es la indiferencia oficial.

Nunca se había tenido un mandatario tan indolente como Cuitláhuac García.

Las inundaciones en la Cuenca del Papaloapan y otros municipios del estado comenzaron desde la semana pasada con afectaciones severas y ahogados, pero García los ignoró y ocupó su tiempo en ensayar la coreografía para Xantolo.

Tampoco envió ayuda y dejó solos a los alcaldes.

Su secretaria de Protección Civil, Guadalupe Osorno, se negó a ir a los sitios afectados y el colmo fue que el fin de semana del 18 al 21 de octubre hasta apagó su teléfono celular para que no la molestaran pues -cuentan- se fue a disfrutar las fiestas de su pueblo en Tlaxcala.

Ayer por fin García y Osorno se presentaron en Tlacotalpan solo para dar argumentos de saliva.

Lo más hilarante que dijeron es que ordenaron "blindar" la ciudad con 635 costalillas de arena y que por eso no se inundó totalmente.

Pero esos costales los pusieron los marinos.

Mienten como respiran y sin ningún pudor.

*Envoyé depuis Paris, France.