Por Andrés Timoteo
GERONTOCRACIA
La precampaña por la presidencia de los Estados Unidos iban tan aburrida que el "atentado" contra Donald Trump le puso sazón.
No lo mataron, bien por eso, pero sí le habría abierto las puertas de la Casa Blanca por segunda ocasión pues muchos analistas anticipan que el lunes 15 de julio ganó las elecciones de noviembre.
El anaranjado terminó con la oreja mocha y las llaves de la presidencia pues ser víctima siempre es rentable en política electoral.
Y Trump con el puño alzado en señal de victoria salió de aquel mitin en Pensilvania, a la vista de sus seguidores y asombro de los escépticos, como un héroe al que las balas no matan.
Los Republicanos tienen, pues, el triunfo casi en la bolsa mientras que los Demócratas les ayudan pasivamente porque no han logrado obligar al vetusto Joe Biden a dejar la candidatura a la reelección y dar paso a un abanderado más competitivo.
Biden es el retrato vivo de la decadencia y aún así lo sostienen.
Al señor se le olvida todo, su demencia senil está muy avanzada y frente a un incontrolable Trump pues lo hará pomada en los siguientes debate y en las votaciones mismas, según temen los pronósticos.
Este 2024 no es el 2020 cuando el demócrata derrotó al republicano porque los electores querían un cambio.
En cuatro años Biden se degradó físicamente y además ha enojado a muchos, incluyendo a sus mismos correligionarios de partido.
Ahora mismo, un repudio en muchos sectores progresistas es su apoyo incondicional a Israel en los crímenes de lesa humanidad que comete en la Franja de Gaza.
De Trump se espera lo peor, pero los norteamericanos están dispuestos a votarlo para castigar a Biden y a los Demócratas que no hacen nada para sacudirse el capricho de un octogenario que olvida todo y malgobierna.
Es como un autómata, lo conduce el equipo de la Casa Blanca, le ponen teleprompter para que logre hablar en público como un muñeco de ventrílocuo que si lo dejan solo se pasma.
Al la par hay que decir que lo que sucede en Estados Unidos es una suerte de decadencia de la clase gobernante: tienen una gerontocracia -el gobierno de los viejos-, pero de la mala.
Los ancianos que dominan la política estadounidense no son sabios ni venerables sino lo contrario: necios, caprichosos, impulsivos, cómplices de crímenes, abusivos y, en el caso de Trump, tramposo, mentiroso, misógino, racista y explosivo.
El supuesto atentado en su contra -algunos especulan que fue un teatro- es un ejemplo magnífico de lo que el anaranjado ha hecho y representa: propagador del odio y la división, y adulador de las armas y el caos.
MISMA CALAMIDAD
Desde el 2018, cuando Trump -de 78 años- llegó a la Casa Blanca, Estados Unidos se rige por la gerontocracia, pero con los peores representantes de la tercera edad.
A Trump lo sucedió Biden que tiene 81 años que quiere seguir en la palestra. La contienda presidencia es un duelo de los peores viejos.
Si a Biden le conceden el capricho de seguir como candidato, los estadounidenses están condenados a "elegir entre lo incapaz y lo inefable" como bien lo expuso la influyente revista The Economist en una dura y certera editorial.
Pero, ¡alto!, que los mexicanos no se burlen del problema de los vecinos con sus viejillos necios porque acá se ha padecido la misma calamidad con el tabasqueño Andrés Manuel López Obrador que tiene 70 años -inició el sexenio con 64- y una mentalidad de hace más de medio siglo.
Su gabinete -que afortunadamente ya se va- estuvo lleno de decrépitos, veleidosos y además rateros: Manuel Bartlet de 88 años años, Javier Jiménez Espirú quien fue secretario de Comunicaciones y Transportes del 2018 -cuanto tenía 81 años- al 2020, lo mismo con Olga Sánchez Cordero de 77 años y quien fue secretaria de Gobernación hasta el 2021.
Jorge Alcocer, el secretario de Salud, tiene 78 años, y Miguel Torruco de Turismo tiene 73.
Ignacio Ovalle, el gran ladrón de Segalmex y actual coordinador del Instituto Nacional para el Federalismo y el Desarrollo Municipal tiene 79 años y así se puede ir citando a toda la 'chairada' rancia y ladina.
Entonces, nadie juzgue a los vecinos con su 'ancianerío' en la política pues México eso padeció y los resultados de esos vejestorios empoderados fueron terribles.
Moraleja: no todos los abuelos son sabios ni buena gente ni dan consejos valiosos ni son ejemplo a seguir.
Estos tipos metidos en política si pudieran devorarían a sus propios nietos si eso les garantiza echarle el guante al dinero y medrar del poder.
BESARLES LA MANO
Claro, lo anterior no es una descripción generalizada de los hombres y mujeres de la tercera edad que en su mayoría son tesoros vivientes.
Los vetustos obradoristas y los vejestorios gringos para nada representan a nuestros abuelitos.
El yucateco Rafael Mérida dice que los abuelos traen siempre "un consejo en su morral" para cuando estamos urgidos de alimentación, rumbo, sanación, valores, purificación, fortaleza y hasta "un cambio de sol".
Esos son los ancianos valiosos, nuestros viejos, a los que hay venerar y besarles las manos porque somos por ellos, no solo de carne y sangre sino por su enseñanza para tener una forma de vida decente.
*Envoyé depuis Paris, France.