Por Andrés Timoteo
HONOR DE LA IZQUIERDA
"Pocos hombres encarnan en su vida, con tanta claridad, la universalidad de los derechos humanos, la defensa de las libertades públicas y una determinada idea de justicia y de república como Robert Badinter".
Es como inicia la editorial principal del periódico Le Monde el pasado 10 de febrero.
Un día antes había fallecido Badinter a los 95 años, uno de los últimos sobrevivientes de aquella casta de hombres que ayudaron a construir los pilares jurídicos y éticos de la Quinta República.
Este espacio, con perdón de los lectores, no debe dejar pasar la desaparición física de tal personaje porque fue un 'avis raris' de la política, no solo la gala sino la mundial.
Pocos políticos y mucho menos funcionarios pueden ser considerados honestos, probos, cultos y hombres de Estado al servicio de la democracia y la república.
Badinter es uno de ellos, tan prestigioso era que lo llamaron, propios y ajenos a su formación socialista, el "Honor de la Izquierda".
Tanta fue su respetabilidad que se decía: "Cuando Badinter habla, Francia escucha".
También lo definieron como "la conciencia de la república".
A su propio funeral, celebrado en París el 14 de febrero, acudió Marine Le Pen, la dirigente de Agrupación Nacional, el partido de la ultraderecha francesa, para rendir honores a un hombre de izquierda.
¿Se lo imaginan?
Eso refleja el nivel de respeto que todas las formaciones políticas le tenían.
Lo comparan con el general Charles de Gaulle y con el exministro inglés Winston Churchill por su agudeza mental, aunque Robert Badinter no fue gobernante ni líder de masas.
Fue un intelectual de origen judío, cuyos familiares fueron detenidos y asesinados por los nazis, y que se convirtió en un jurista y constitucionalista excepcional.
En México quizás se le pudiera comparar con el también desaparecido Porfirio Muñoz Ledo en cuanto a agudeza mental y preparación jurídica, pero con la enorme diferencia de que Muñoz Ledo no tuvo el blindaje moral, de consistencia y de intachabilidad que el político francés.
Badinter presidió en los años ochenta el Consejo Constitucional de Francia y fue ministro de Justicia en el gobierno de François Mitterrand.
A los que ocupan ese cargo les llaman 'Garde des Sceaux' o Guardián de los Sellos, un nominativo que viene desde la época monárquica en referencia a los que custodiaban los sellos que se imprimían sobre de las sentencias del rey.
En 1981 logró la abolición de la pena de muerte, una lucha personal durante muchos años.
Escribió varios libros sobre el tema que hoy son referencia obligada para los académicos, investigadores, juristas y defensores de los derechos humanos.
"La Ejecución", "La Abolición", "Una otra justicia", "Los delitos y las penas" y "Contra la pena de muerte" son algunos de esos títulos.
Señalaba que era una incongruencia histórica que Francia tuviera vigente la pena de muerte cuando en su lema nacional presume "la libertad, la igualdad y la fraternidad".
No puede seguir matando a sus prisioneros, decía, la nación que presume ser la cuna de los derechos humanos.
"Ya no se debe escuchar el golpe de la guillotina sobre los cuellos".
El último guillotinado fue Hamida Djandoubi en 1977, un inmigrante tunecino que asesinó brutalmente a su novia. Sucedió cuatro años antes de que el 9 de octubre de 1981 se proclamara la abolición de esa condena.
Claro, bajo la cuchilla perecieron muchos desde 1789 cuando los revolucionarios comenzaron a utilizar ese instrumento para ejecutar a los condenados.
Se calcula que unas 20 mil personas pasaron por el filo de esa hoja.
Los más famosos, obviamente, el rey Luis XVI y la reina María Antonieta.
LOS CONTRA-PODERES
Hombre adelantado a su tiempo, por su clamor para eliminar la pena de muerte lo señalaron un tiempo de ser el "abogado de los asesinos", pero su lucha fue más allá de esa definición ramplona, era por los derechos universales cuyo principal es el de la vida.
Y también impulsó de muchos derechos que hoy están vigentes y que en su época se consideraban inaceptables.
Entre ellos la supresión del delito de homosexualidad -en 1982-, el mejoramiento de las condiciones de los presos en las cárceles -a las que llamaba "trituradoras de hombres", la citación directa a los juzgados y la necesidad de una Corte Europea de Derechos Humanos.
De la veintena de libros escritos por Badinter hay uno que podría considerarse como un manual ético- intelectual para los servidores públicos que se titula "Les épines et les roses" – "Las espinas y las rosas"- (2011), una especie de autobiografía centrada en su años como ministro de Justicia.
Es, en sí, un abrevadero de ética y desempeño intachable que deben tener los funcionarios.
Vaya que lo deberían deberían leer todos los políticos, incluidos los mexicanos y los veracruzanos, porque hoy en día ser político es casi sinónimo de delincuente y ladrón.
Por cierto, en "Las rosas y las espinas", Badinter da un lineamiento urgente para que sobreviva el sistema republicano: que haya contrapoderes, organismos, cortes y personas que hagan contrapeso al poder presidencial.
De no haberlos, el gobernante se convierte en tirano.
Y justamente ese es el riesgo que se tiene hoy en México.
*Envoyé depuis Paris, France.