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TEXTO IRREVERENTE | KIKI DE MONTPARNASSE - Hace un siglo, los Juegos Olímpicos de 1924 se desarrollaban en un París anegado de jóvenes creadores y soñadores. La Ciudad Luz hospedaba los juegos del orbe, pero también "a esos deslumbrantes...

Hace un siglo, los Juegos Olímpicos de 1924 se desarrollaban en un París anegado de jóvenes creadores y soñadores. La Ciudad Luz hospedaba los juegos del orbe, pero también "a esos deslumbrantes, ingeniosos e insolentes" que vinieron de allá mismo...

Por Andrés Timoteo

KIKI DE MONTPARNASSE

Hace un siglo, los Juegos Olímpicos de 1924 se desarrollaban en un París anegado de jóvenes creadores y soñadores.

La Ciudad Luz hospedaba los juegos del orbe, pero también "a esos deslumbrantes, ingeniosos e insolentes" que vinieron de allá mismo, como los define el español Máximo Huerta quien ha documentado los llamados 'Años Locos', los veinte del siglo pasado.

"La ciudad era de Modigliani, de Kisling, de Max Jacob, de Picasso. No eran los únicos. Soutine, Pascin, Tzara, Foujita. Unos llegaron precedidos por su reputación, otros buscando el éxito y el reconocimiento. Venidos de todo el mundo, se arrojaron a un mundo de color, fiesta y alegría", cita y agrega: "No eran franceses, pero eran parisinos".

Dentro de esa "juventud ebria y dorada" estaba Ernest Hemingway, llegado en 1921 como corresponsal de un diario canadiense. Ganaba una miseria y pasaba hambre, pero soñaba como todos ellos y se sumó a esos años de locura y creatividad.

En París de aquel entonces había seis mil artistas y uno de cada cuatro vivía en el barrio de Montparnasse, pero todos poblaban sus cafés, 'bistrots' y bares, algunos de los cuales devinieron insignes como La Closerie des Lilas, La Rotonde, Le Dôme, Le Boeuf sur le Toit, The Jockey y La Coupole.

Por ahí deambulaba Hemingway.

Incluso, La Closerie des Lilas tiene hasta la fecha una mesa con su nombre rotulado.

El escritor no estuvo muy atento a las Olimpiadas de aquel 24, sí acaso le interesaba el boxeo, pero no al grado de que acaparara sus días.

No, la leyenda urbana cuenta que ese verano más bien lo pasó de cantina en cantina y en los brazos de una fogosa amante que le robó el tiempo y el alma, y de la que no pudo ganar su exclusividad.

Era Kiki de Montparnasse, como la conocían pero se llamaba Alice Ernestine Prin, nacida en Borgoña y llegada a París a los 13 años.

En la Ciudad Luz se convirtió en una 'Lolita' y a los 17 causaba furor en el distrito bohemio e intelectual.

Por eso la nombraron Kiki de Montparnasse, un contrapeso popular de Coco Chanel que imperaba en la alta costura y las élites. Era Kiki versus Coco.

Kiki tenía al barrio bajo su dominio y caprichos.

Ahí se emborrachaba, posaba desnuda para pintores y fotógrafos, inspiraba poemas, cantaba sobre las barras de los bares, paseaba sin ropa por las calles durante las madrugadas o tomaba 'baños de luna', también completamente desnuda, en el balcón de su apartamento.

El escritor Gonzalo Ugidos describe su imperio:

"Hubo un tiempo. Fue en el Montparnasse de entreguerras bajo el reinado de una Kiki, cuya boca era un incendio y su corazón una alcachofa: en cada hoja, el nombre de un hombre. Su corte era el ombligo del mundo; sus pares, artistas que se resguardaban de la intemperie en los cafés y llevaban una dieta forzosa de sopa, vino tinto y vahos de trementina".

REINA PERO NO DAMA

"Kiki fue la mascota de una tropa multinacional, desgalichada y libérrima que compró la inmortalidad al precio de la miseria, malbebiendo con arte y apaños".

Fue amante de todos, pero solo amó a uno, el fotógrafo estadounidense Man Ray, quien no quiso casarse con ella y la terminó para regresar a su país a desposar una periodista.

Hemingway pasó por el lecho y los mimos de Kiki, pero ella no lo tomó en serio pues, como dijo Ugidos, él era solo una hoja de esa "alcachofa" que tenía por corazón.

Se enamoró locamente de ella pese a estar casado con Elizabeth Hadley a quien pensó dejar, pero Kiki lo aterrizó: no era de él sino de todos.

Por eso, aun cuando Hemingway aceptó prologar su libro autobiográfico "Kiki Souvenirs" (1929) destiló su despecho en el texto.

"Kiki es un monumento a sí misma y a una época en Montparnasse. Era maravilloso verla ahí con ese rostro hermoso; ella misma convirtió su rostro en una obra de arte".
"Sin ningún género de dudas, Kiki reinó en Montparnasse con mucha más fuerza de la que nunca fue capaz la reina Victoria. Kiki fue lo más parecido a lo que la gente entiende por una Reina; pero ser una Reina es muy distinto a ser una dama".

Vaya, en México gritarían: '¡Ay dolor, ya me volviste a dar!'

En aquel 24, Kiki y Hemingway pasaron juntos un ardiente verano olímpico, pero no disfrutando las justas deportivas sino libando y haciendo el amor.

Y mientras uno se enamoró perdidamente, la otra solo lo matriculó en su catálogo de amantes pasajeros.

LA NIÑA DE PAN

Hubo un mexicano -el único- que fue amante de Kiki, el escritor Alfonso Reyes quien en ese olímpico 1924 llegó a París como embajador.

La conoció en los bares de Montparnasse y lo embelesó.

Y ella se engolosinó con él.

"En París, Kiki me ha seguido desnuda hasta media calle. Nada me ha hecho más feliz que Kiki, es el mejor gajo del laurel.

Me siento (con ella) enteramente envuelto en rico tul", escribió y hasta le redactó un poema, "La Niña de Harina" ya que en su niñez y siendo muy pobre ella trabajó como ayudante en una panadería borgoñesa.

El romance no duró mucho pues Reyes se mudó a Buenos Aires en 1927. No se volvieron a ver, aunque años después él exhibió una carta enviada por ella en la que le decía:

"Son las tres de la mañana, qué haces, te espero. Ven pronto, tu Reina, grandes besos de Kiki".

*Envoyé depuis Paris, France.