
Por Andrés Timoteo
LA 'NOMEN-CHANCLUDA'
En la Rusia comunista se acuñaron dos términos que hasta la fecha se siguen utilizando en todo el mundo: la nomenklatura y el juicio político.
La primera era la élite política, tanto la gobernante como la partidista, que dirigía a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
El juicio político era un proceso para castigar a críticos y disidentes del todopoderoso Partido Comunista y del presidente en turno.
Los instauró hace un siglo Lenin, el máximo dirigente de la Revolución Bolchevique de 1917 y que ejerció el poder hasta su muerte en el 1924.
Con un juicio político se podía hacer todo: desde juzgar legal y legítimamente a los infractores de la ley hasta castigar a los enemigos políticos sobre todo a los internos porque la oposición era casi inexistente.
Se les acusaba de cualquier cosa real o inventada y terminaban encarcelados, fusilados o desterrados.
Nadie se salvaba.
Vaya, hasta Dios mismo fue sometido a juicio político por Lenin que además era un irascible persecutor de la religión.
Sí, así como lo leen, juzgaron y condenaron a Dios por los delitos de genocidio y crímenes contra la humanidad.
Para ello integraron el Tribunal del Pueblo que realizó el juicio el 16 de enero de 1918 el cual solo duró cinco horas y concluyó con una culpabilidad al Creador y lo sentenciaron a muerte por fusilamiento.
Al día siguiente, el 17 de enero, un pelotón de las fuerzas bolcheviques dispararon más de cien veces hacía el cielo ¡y la sentencia se cumplió: Dios fue ajusticiado por delinquir contra el pueblo ruso!
El dictador José Stalin sublimó el juicio político superando la locura de Lenin.
A través de este tipo de enjuiciamientos asesinó a un millón 200 mil personas desde políticos, aristócratas, campesinos, religiosos, periodistas, estudiantes, maestros, sindicalistas e intelectuales.
La historia denominó a esos juicios políticos a mansalva como La Gran Purga que duró dieciséis años, de 1937 a 1953, hasta la muerte de Stalin.
La paradoja es que hoy están vigentes los juicios políticos en todas las naciones, aunque bajo una regulación estricta de sus respectivas constituciones.
Se implementan sobre delitos graves contra la patria y han funcionado perfectamente en los regímenes que observan una aplicación imparcial de la ley, no así en las democracias emergentes, las dictaduras y las proto-dictaduras donde impera la intolerancia y la persecución de la disidencia política.
Ahora mismo en Veracruz hay un ejemplo chabacano de lo que se hacía en la Rusia comunista contra las voces críticas.
El cuitlahuismo, que sigue coleando a pesar de todos los pronósticos de una extinción al final del sexenio, está lanzado sobre el senador Manuel Huerta a quien pretende expulsar del partido Morena por ser un crítico en su interior.
Empero, no se le pude llamar nomenklatura, más bien 'nomen-chancluda' pues los que la integran son totalmente zafios, cerreros y analfabetas y tienen más que merecida tal denominación.
Risas.
¿Quiénes lideran y encarnan la 'nomen-chancluda' aldeana?
Uno, Juan Gómez, exregenteador del congreso local y hoy delegado de la Secretaría del Bienestar.
Dos, Esteban Ramírez Zepeta, dirigente estatal de Morena.
Tres, Zenyazen Escobar, exsecretario de Educación y actual diputado federal.
LO QUIEREN PURGAR
Ese trío ha sido blanco de los señalamientos de Huerta Ladrón de Guevara al que detestan por exhibirlos cometiendo, fomentando y permitiendo la corrupción, el nepotismo, el influyentismo, la venta de candidaturas y, en general, la violación de los tres mandamientos lopezobradoristas: no mentir, no robar y no traicionar al pueblo.
Ya Ramírez y Gómez han salido a confrontarlo en la prensa y redes sociales con declaraciones acusatorias, pero no han podido con arrinconarlo.
La última maroma del tuxtleco Gómez fue acusarlo de que tenía 'aviadores' en la delegación del Bienestar, aunque no prendió el escándalo a pesar de las gacetillas que pagó en portales de la web y a varios opinadores subsidiados.
Con tres simples frases Huerta 'bateó' al motejado "Carón": "que el león cree que todos son de su condición", "que se deje de faramallas y cajas chinas" y "que se ponga a trabajar".
Y hasta ahí llegó el embuste.
Vaya, como dicen en las trincheras: le mojó la pólvora.
Ahora tocó el turno de Escobar quien movió a varias diputadas -porque él no se atreve a poner la primera firma- para pedir a la Comisión de Honestidad -risas- y Justicia del partido guinda que lo eche.
La 'nomen-chancluda' le quiere hacer juicio al viejo estilo bolchevique, busca purgarlo del partido para que no los perturbe ni les estorbe en sus enjuagues.
Claro, Huerta no es Dios ni mucho menos y aún con sus extravíos y yerros políticos y morales, hoy por hoy es el parlamentario morenista de Veracruz más experimentado y hasta culto.
Y ya le plantó cara a la 'nomen-chancluda' tildando de vacilada la petición para expelerlo.
Pronosticó que no va a prosperar tal "burrada" y la desafió con que "va a seguir hablando".
Esos comunistillas -así les dicen a los que simulan ser comunistas- han de estar regurgitando jugos gástricos en plena Semana Mayor.
*Envoyé depuis Paris, France.