Por Andrés Timoteo
LA VOZ DE LA CALLE
Mañana domingo los mexicanos volverán a salir a las calles de la capital del país y de un centenar de ciudades en el interior.
Van, de nueva cuenta, a exigir democracia y respeto a las instituciones de contrapeso al poder. Pero también a convocar al voto masivo que enderece el rumbo de la nación.
A esa movilización le llaman Marea Rosa y no es nueva.
Comenzó el 23 de noviembre del 2022 cuando se marchó para defender al Instituto Nacional Electoral (INE) bajo ataque del presidente Andrés Manuel López Obrador.
Éste se burló diciendo que no llenaban el zócalo de la Ciudad de México. En la segunda marcha, el 18 de febrero del 2023, le callaron la boca saturando la plancha capitalina.
Ahora va la tercera que tiene como objetivo llamar al voto masivo para los comicios del 2 de junio.
El enojo en las filas oficialistas es que la invitada para ser la oradora principal es la candidata opositora a la presidencia Xóchitl Gálvez.
De ahí que los mismos ciudadanos bautizaron a la movilización como “La Marcha a las Urnas”.
Por supuesto que lo anterior no quiere decir que la movilización se haya contaminado de partidismo sino que Gálvez es la opción para romper con el totalitarismo y maximato políticos que busca implantar López Obrador heredando la silla a una incondicional como se practicaba en las peores épocas del viejo priismo.
La última injuria del tabasqueño para los marchistas fue llamarlos “traidores de la patria”.
Sus voceros también acusan de todo a los organizadores, a los asistentes y a los invitados.
Vaya, hasta pidieron al INE que cambie urgentemente de color institucional porque dicen que el rosa se utiliza de forma malintencionada.
Cierto, el color rosado fue adoptado por las marchas porque estás nacieron para defender al INE, pero se ganaron el derecho de conservarlo ahora que el movimiento se extendió para resguardar otras libertades.
Los ‘chairos’ están apanicados con esta tercera Marea Rosa.
Y la ‘corcholata’ morenista, Claudia Sheinbaum está apanicada también.
Y el tabasqueño López Obrador lo está más. Saben que ya perdieron las calles y las plazas, y saben que si las caminatas y concentraciones de mañana son masivas será señal de que su estancia en el poder tiene los días contados.
Ellos que se creían dueños de la calle ya la perdieron y ahora ésta les reclama sus traciones.
Desde las calles les gritan por sus afanes dictatoriales y su maniobras para retener el poder a la mala.
Ellos que por años exigieron que la voz del pueblo fuera escuchada, ahora la descalifican y quisieran callarla.
AYER Y HOY
Lo más paradójico e incongruente es que ellos realizaron marcha tras marcha y plantón tras plantón para impulsar a López Obrador hacía el poder político por la vía partidista y ahora enloquecen porque la figura central de la Marea Rosa es la hidalguense Xóchitl Gálvez.
¿Pues de qué se trata?, ¿Es válido para unos usar las marchas ciudadanas y para otros no?
Se escandalizan por lo que ellos mismos hicieron. Ya los mexicanos fueron demasiado generosos con los lopezobradoristas.
Los apoyaron y asistieron a todas sus movilizaciones, desde 1991 cuando el Éxodo por la Democracia, en el plantón de Reforma en el 2006 y todas las caminatas y ‘llenados’ del zócalo de sus cuatro campañas electorales -una a la Jefatura de Gobierno en la capital y tres presidenciales-.
Ahora que es otro el destinatario de la movilización ciudadana, el tabasqueño y sus feligreses la injurian y satanizan. Bonito cuadro.
Pero todos lo saben: ayer fue El Peje el arropado por las marchas y hoy es la Xingona Xóchitl porque el pueblo así lo quiere.
Los ciudadanos que se decidan por un cambio político mañana deben ayudar a que ola rosada se apodere de las calles y las plazas de todo el país y las convierta en tribunas ensordecedoras.
ACTOS DE DECENCIA
Se cierra este texto citando un artículo muy recomendable del politólogo colombiano John Fernando Restrepo sobre, precisamente, las marchas ciudadanas.
“Sobre los pasos de los marchantes se siembra la semilla de una voz política que propicia cambios sustantivos.
Una marcha, en sí misma, no cambia el mundo, ni resuelve las demandas totales de los marchantes.
Pero es un acto político inobjetable.
Y como acto y como expresión política tiene fuerza, validez y legitimidad sustantiva que el establecimiento respeta cuando ya todo se ha salido de las manos.
Sus reclamos y sus afirmaciones tienen la contundencia para condicionar el curso de la institucionalidad.
Las marchas, en tanto expresión política, le hacen bien a una sociedad apática, perezosa y violenta.
Que cada quien tenga la libertad de decidir qué causa apoya.
Es un acto de decencia que merece reivindicarse porque así deben funcionar las expresiones políticas, aunque sean adversas.
La democracia, las calles, la diferencia, los argumentos y sus contradicciones son otras formas de hacer política que posicionan el pulso en el lugar correcto y por ello es necesario que lo visibilicemos y lo cultivemos.
En una democracia nadie tiene la verdad, pero todos tenemos derecho a expresar lo que creemos correcto”.
O sea, a decirlo marchando.
*Envoyé depuis Paris, France.