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TEXTO IRREVERENTE | LOS HIJOS DEL DILUVIO - Del 4 al 6 octubre de hace veinticinco años una 'culebra de agua' reptó por el norte de Veracruz. Las inundaciones de 1999 fueron de las más devastadoras del siglo pasado...

Del 4 al 6 octubre de hace veinticinco años una 'culebra de agua' reptó por el norte de Veracruz. Las inundaciones de 1999 fueron de las más devastadoras del siglo pasado. Sucedieron, para ser exactos, en el ultimo año de la centuria...

Por Andrés Timoteo

LOS HIJOS DEL DILUVIO

Del 4 al 6 octubre de hace veinticinco años una 'culebra de agua' reptó por el norte de Veracruz.

Las inundaciones de 1999 fueron de las más devastadoras del siglo pasado.

Sucedieron, para ser exactos, en el último año de la centuria.

Y aún cuando sus saldos estadísticos se citan cada aniversario éstos son una danza de cifras porque a la fecha se desconoce el número real de víctimas.

Como en cada tragedia, la información oficial fue manipulada para restar responsabilidad de las autoridades.

El gobierno de Miguel Alemán cerró la cifra de fallecidos en 97, pero la prensa reportaba 200.

Años después se elevó a 384, aunque con la nebulosidad de incluir a las víctimas de otros estados también afectados por el meteoro.

El alemanismo nunca reconoció más allá de un centenar y su estrategia más que rescatar a las víctimas, ayudar a los damnificados y reparar la infraestructura dañada fue ocultar las cifras para disminuir artificialmente el impacto de la tragedia.

Llegado el cuarto de siglo, las huellas de la misma ahí siguen tanto las simbólicas -monumentos y murales elaborados en algunos municipios norteños-, como las hemerográficas y académicas -publicaciones de prensa y científicas- y las del imaginario colectivo.

En la actualidad no son muchos los que recuerdan el episodio.

Lo hacen los periodistas cuya obligación es la memoria de los hechos y los habitantes de las zonas destruidas, sobre todo los mayores.

Las juventudes no lo recuerdan o no lo vivieron.

Los estudiosos hablan de los 'hijos del diluvio' o sea la generación que nació o era muy pequeña cuando sucedieron las inundaciones y cuya forma de vida se vio alterada en algún grado pese a que no tengan un registro nítido en la memoria.

Está marcada porque perdieron un padre, una madre o un vecino.

Porque su núcleo familiar o vecinal fue fracturado o se tuvo que desplazar de vivienda, colonia o municipio, y porque su nivel de pobreza aumentó por lo mismo.

También por el miedo generacional, el transmitido de los padres a hijos, en cada temporada de lluvias.

EL FESTIVAL MALDITO

Estar al pendiente de los niveles de agua, tener a la mano documentos importantes, acopiar insumos vitales -agua, comida, medicamento, etcétera- para cuando se necesiten y huir a las zonas altas de ser necesario, por ejemplo.

Son hábitos que tuvieron que aprender las generaciones adultas en el momento del desastre y transmitirlos a las siguientes como método de sobrevivencia.

Así pasa siempre tras los episodios traumáticos.

La durísima lección del 99 ayudó a lidiar con otros desastres registrados después, principalmente los provocados por las tormentas tropicales y huracanes.

Ah y para los que no sepan o lo hayan olvidado otro símbolo de aquella tragedia es el festival "Cumbre Tajín" ahora venido a menos, pero que en aquel año se planeó como una proeza turística del alemanismo.

Estaba previsto a realizarse en diciembre para celebrar la llegada del milenio, pero el desastre humanitario, que al inicio intentó ocultar el frívolo gobernante Miguel Alemán, obligó a moverlo de fecha.

Se realizó en marzo del 2000 con el nombre de "Primavera del Milenio", a pesar del luto en la región.

Ese festival es un monumento a la desidia y la indolencia.

Vaya, hasta fue maldecido por los ancianos del Totonacapan por eso hoy es un trebejo.

ESCUELA REPORTERIL

Hubo también una generación de periodistas que fueron marcados por esas inundaciones y que se volvieron 'expertos' en cubrir ese tipo de sucesos.

Reporteros, camarógrafos y fotógrafos tuvieron que aprender sobre la marcha para sacar el trabajo.

Y se organizaron en las llamadas "brigadas suicidas" a las que se aventuraban solo aquellos sin miedo.

Cómo hacer para que el equipo no se mojara -grabadoras de voz de ese tiempo, con cintas magnetofónicas, cámaras fotográficas y de video-, cómo escribir sobre las rodillas -no había computadoras portátiles y se usaban mayormente las máquinas mecánicas-.

Cómo enviar notas escritas y fotografías cuando los 'escáneres' eran rarísimos y los aparatos de fax un milagro encontrarlos en los sitios destrozados.

Los teléfonos celulares eran también muy raros y había que darse por bien servido si se conseguía una línea convencional.

Cómo llegar a las 'zonas cero' trepándose a una aeronave oficial, conseguir una lancha, obtener 'ride' en el transporte todo-terreno de la Armada o el Ejército.

Y, cuando no había de otra, caminar horas salvando lodazales, barrancas, montones de escombros, carreteras y puentes rotos.

Pero se tenía que hacer y se hizo pues la noticia debía salir.

El desastre del 99 fue una escuela para el periodismo veracruzano.

Cierto, tampoco fueron los primeros informadores adiestrados por la tragedia, la rusticidad y las penurias tecnológicas ya que hubo muchos antes.

Sin embargo, sí fue una generación reporteril que abrazó el oficio pese a los riesgos, que aprendió del momento, que se las ingenió para hacer la chamba y que se graduó con honores de esa cátedra.

A la distancia, los colegas que se vieron en el norte veracruzano en aquel 1999 atesoran esa pedagogía de la práctica y del golpe de realidad.

*Envoyé depuis Paris, France