
Por Andrés Timoteo
LOS 'PANDEMIALS'
Ya no son 'millennials' ni 'centennials' ahora son los "pandemials". Sí, los niños que nacieron desde el 2020 tanto durante el encierro cuarentenal por la pandemia de Covid-19 como en los años inmediatos.
El término de 'pandemials' se comenzó a manejar en el 2021 junto con otros como 'cuarentenials' y 'coronials', pero en la comunidad científica la mayoría se decantó por el primero.
La clasificación también incluye a los infantes y adolescentes que se vieron atrapados en la cuarentena domiciliaria, restringidos de ir al colegio, a salir para jugar en la calle o los parques, privados de convivir con sus amigos y, mucho menos, abrazar a sus abuelos o a otros adultos mayores.
Hubo niños que llegaron a la adolescencia y hubo adolescentes que se hicieron jóvenes en esa etapa "cuando el mundo se paralizó", como dicen los poetas.
A ellos se les vino encima la calamidad pese a que no estaban en la franja de edad atacada por el virus.
Millones vivieron un encierro tipo carcelario, al menos en Europa así fue.
El martes 11 se cumplieron cinco años -¡ya un lustro!- de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) decretó al Coronavirus como pandemia y emitió la alerta global por el mismo.
En Francia, la emergencia nacional con su respectiva cuarentena obligatoria se decretó el 24 de marzo del 2020 mientras que en México las autoridades negacionistas la retardaron hasta el 30.
Esa negligencia hizo que se perdieran veinte días de prevención y resguardo lo que se tradujo en cientos, quizás miles, de vidas cegadas.
No se sabe la cantidad exacta pues la Secretaría de Salud siempre enmascaró las cifras.
Aún con esa manipulación de datos, México se ubicó entre los primeros cinco lugares del mundo con más decesos, 335 mil a la fecha.
La cifra real sería de casi 900 mil fallecidos, el 0,72 por ciento de la población nacional.
Todavía el año pasado hubo un centenar de fallecidos, 24 de ellos en Veracruz.
A nivel planetario mientras la OMS habla de 7 millones 085 mil muertos, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) estima que debido al ocultamiento de la información por parte de muchos gobiernos la cifra auténtica sería de 20 millones.
REINVENTO Y RESILIENCIA
Pero regresando a los 'pandemials', estos junto con los adultos tuvieron que reinventarse y resilienciarse aprendiendo cosas nuevas: un nuevo lenguaje con los términos médicos y nuevas prácticas de higiene desde el uso de la mascarilla y la distancia interpersonal hasta la desinfección constante de manos.
Algo nuevo en lo educativo y laboral porque las clases y muchos trabajos de oficina se hicieron a distancia, vía telemática.
En la economía ni se diga, fue el auge del comercio electrónico y las entregas a domicilio.
La web salvó muchas finanzas personales y empresariales.
Así lo tuvimos que aprender, en lo digital y lo telemático, a unos les costó más y a los niños y jóvenes mucho menos, pero la humanidad en general se vio arriba en esa nave de reinvento y resiliencia.
Y todos somos sobrevivientes de la pandemia.
¿Qué queda a cinco años de distancia?
Además de las secuelas clínicas en los que superaron la infección y el luto por los que murieron, está pendientes los procesos judiciales por negligencias oficiales, corrupción al amparo de la tragedia sanitaria e irresponsabilidades personales.
En Europa continúan juicios contra los funcionarios que hicieron negocio con las mascarillas, por ejemplo, y otros por la negligencia en casas de retiro para ancianos donde hubo mortandades por el descuido oficial.
JUSTICIA POST-VÍRICA
En España, Francia y Alemania se han emitido condenas contra personas que contagiaron a otras y les causaron la muerte.
En América son pocos los juicios de este tipo, pero sí los ha habido como el de Eric Torales, un joven argentino de 15 años condenado por "propagación culposa de una enfermedad peligrosa".
Torales viajó a Miami y regresó contagiado a Buenos Aires donde acudió a una fiesta y ahí propagó el virus.
Además y pese a las restricciones fue a visitar a sus abuelos y los infectó. El abuelo murió y la abuela estuvo grave.
Su sentencia fue de un año en libertad condicional y el pago de 100 mil pesos argentinos a un hospital público.
Y en México, ¿se aplica la justicia post-vírica? Ni por asomo.
Al expresidente Andrés Manuel López Obrador no se le ha juzgado ni se le juzgará por su negacionismo y por recomendar estampas religiosas para prevenir el contagio.
Tampoco a Hugo López Gatell, el "doctor muerte", el encargado oficial de la emergencia que desairó lo científico y priorizó lo político-ideológico.
En Veracruz ni hablar de la misma.
No para el exsecretario de Salud, Roberto Ramos quien ocultó cifras, negó la atención médica a enfermos y quien en plena pandemia organizaba bailes callejeros en los que tocaba las tumbas.
Ni para su jefe Cuitláhuac García, un negacionista de escaso cerebro que cuando apareció una variante del virus en Gran Bretaña dijo que en Veracruz no preocupaba "porque no tenemos ningún aeropuerto que reciba pasaje de Inglaterra".
Todos esos indolentes siguen impunes a pesar de que les costaron muchas vidas al país y al estado.
*Envoyé depuis Paris, France.