Por Andrés Timoteo

¿QUIÉN MANDA AQUÍ?

El tabasqueño Andrés Manuel López Obrador ya no oculta sus gustos. Ahora en las postrimerías de su sexenio se 'soltó el pelo' sin recato: no quiere ir a Guerrero a visitar a los damnificados y en cambio se fue a Badiraguato, Sinaloa, la cuna del narco, a inaugurar obras y lanzar lisonjas.

Reconoce que no ha ido a Acapulco a recorrer las zonas devastadas por el huracán Otis -salvo aquel día en que hizo el sainete de querer llegar por tierra y su vehículo se estancó en el lodazal- pues argumenta que no puede exponerse a que la gente le grite y lo "ningunee".

Claro que los damnificados están que trinan y si lo ven por allá le reclamarán su negligencia para avisarles del ciclón, la negativa de enviarles ayuda inmediata y la dilación en todos los protocolos para el rescate y reconstrucción de lo dañado.

Y están en su legítimo derecho a pedirle cuentas al gobernante, al cabo que son parte de ese "pueblo bueno" que tanto invoca López Obrador y que fue dejado a su suerte cuando la calamidad lo atropelló.

Pero el presidente no los ve como víctimas sino como adversarios y opositores.

Especula que si se traslada a Guerrero le van a "sembrar provocadores" para que le griten, algo que no permitirá porque debe cuidar la investidura presidencial.

"No es Andrés Manuel, es el presidente de la república", sostiene para defender su ausencia en las zonas de desastre y evitar darle la cara a los necesitados.

El concepto de investidura presidencial es maleable en las manos del gobernante pues no lo arriesga en Guerrero donde está el pueblo que le paga su sueldo, pero si lo percude en Sinaloa, sede histórica del crimen organizado.

Concretamente expone esa investidura presidencial en Badiraguato, la tierra natal de Joaquín "El Chapo" Guzmán, capo del Cartel de Sinaloa, y de sus hijos, "Los Chapitos" que lo han sustituido en el comando de la organización criminal. Ante ellos sí doblega la solemnidad presidencial.

Hasta se ha fotografiado dándole la mano a la madre y abuela de esos narcotraficantes. Es decir, lo que les niega a los damnificados guerrerenses y a muchos otros mexicanos como las madres buscadoras de desaparecidos, se los da gustoso a la matriarca del clan delictivo.

López Obrador no oculta su preferencias, como se dijo al inicio. En Badiraguato hizo una confesión de parte: "Me gusta venir aquí y lo voy a seguir haciendo".

Por lo que prometió que antes de concluir su gobierno, es decir en los próximos once meses, estará de vuelta en el terruño de Los Chapos.

Hasta ese enclave ha ido siete veces y cada vez ha repetido que los nativos de ahí son "gente buena".

No lo dice generalizando sino como un mensaje directo a los líderes delictivos que tiene al municipio como referencia de origen.

Los justifica afirmando que "no nacieron malos, (sino que) son las circunstancias que los llevaron a tomar el camino de conductas antisociales".

Así, con saliva busca lavarles la cara a los capos del narcotráfico a los que llama gente buena, trabajadora y seres humanos que necesitan el respeto a sus derechos.

Ah, pero no se tratara de los damnificados de Acapulco o de las madres de los desaparecidos a los que tilda de provocadores, golpeadores y parte de un complot para dañarlo a él y a su gobierno.

¿Ya se percató el lector de quiénes mandan en el país y dominan el corazón y las neuronas de López Obrador?

En efecto, no son los del pueblo ni los necesitados ni los pobres ni los bien portados ni los inocentes.

EL GRANO EN EL TRASERO

La que está metida en un brete tras la separación del cargo de Patrocinio Cisneros, y el anuncio de que no regresará al mismo, es la fiscala Verónica Hernández Giadáns pues ahora está en la mira de todos los que quieren cobrarle al bajacaliforniano sus excesos, amenazas, embestidas, embustes y persecuciones.

Para nadie es un secreto que Giadáns no le rendía cuentas a nadie más que a Cisneros.

Ella era la figura decorativa en la Fiscalía estatal pues el secretario de Gobierno se desempeñaba de facto como el verdadero decisor sobre los expedientes judiciales y las acciones contra los que serían indicados o perdonados.

Hasta corre la leyenda urbana que algunos fiscales ni siquiera consultaban a la tuxtleca sobre los expedientes sino que lo hacían directamente con Patrocinio Cisneros y este decidía si los activaban o los archivaban.

Vaya chiste: un ingeniero agrónomo calificaba el trabajo de los agentes ministeriales y los abogados. ¡Por eso se caían todos los expedientes! Risas.

Bueno, el caso es que el gobernante en turno, Cuitláhuac García y la candidata de Morena a sucederlo, la zacatecana Rocío Nahle, tienen a Cisneros como 'un grano en el trasero' -igual que alguna vez dijo Vicente Fox de López Obrador-.

No tanto García Jiménez, aunque por presión y petición de la zacatecana también lo sufre.

Lo que ha trascendido es que una de las opciones para aquietar al bajacaliforniano es abrirle expedientes judiciales por todooooo de lo que ha sido señalado en la opinión pública, en reportes de prensa y en señalamientos de políticos. Y vaya que abundan acusaciones.

Una vez en curso las investigaciones penales, éstas servirá de 'llave china' para calmar al desbocado y autonombrado libertador moderno de los negros y los oscuros -que no son lo mismo – de Veracruz.

Hace apenas unos días en Otatitlán, su lugar de nacimiento, Patrocinio Cisneros lanzó la bravata con dedicación a la de Río Grande, Zacatecas:

"Esos que no nos quieren ver, nos seguirán viendo".

Traducción: el tipo continuará siendo el grano en sus traseros. Por eso la urgencia para aplacarlo y desterrarlo.

Y ahí entra en conflicto la fiscala bolaochista, ya que todos se preguntan si traicionará a su postulador y protector

. ¿Le abrirá carpetas de investigación o no?, ¿dirigirá en su contra a los sabuesos ministeriales?

Hay quienes aseguran que Hernández Giadáns ya fue advertida: o es Patrocino o son los dos.

Es decir, que a ella también le cortarán la cabeza si lo protege, y terminaría destituida y en la cárcel.

¿Será posible tanta belleza?

*Envoyé depuis Paris, France.