Por Andrés Timoteo
TURISTA ELECTORAL
Quienes lo cuentan no resisten la risa, la zacatecana Rocío Nahle está maravillada con su gira como precandidata a la gubernatura: se asombra de los lugares, de la gente y de los paisajes.
Y no lo hace porque tenga “amor por Veracruz”, como reza su eslogan publicitario, si no porque apenas está conociendo la entidad.
La señora está haciendo una suerte de turismo electoral de ahí que se sorprenda -o finja sorprenderse – de cada sitio en que la pasean.
Es una turista en toda la extensión de la palabra y de clase ‘premier’ pues su viaje al interior de Veracruz lo realiza a bordo de vehículos de lujo, rodeada de guardaespaldas, hospedándose en hoteles caros y comiendo en los mejores restaurantes.
Nunca se le ha visto tomar el ‘lonche’ a orilla de carretera junto a su equipo de campaña como casi siempre sucede en este tipo de giras.
No, ella no sale de restaurantes y nunca se digna a convivir con los que hacen la ‘talacha’ de la gira.
Además de que siempre está rodeada de amanuenses que le acercan ropa, bolso, accesorios y el teléfono móvil.
La zacatecana tampoco ‘pueblea’, solo va a las cabeceras municipales y estrictamente saluda de mano o con un breve abrazo a las personas que previamente selecciona su equipo para que puedan acercársele.
No se mueve entre las masas sino entre los escogidos, en su mayoría burócratas o funcionarios acarreados, a los que abraza sonriendo para la fotografía.
Claro, lo hace por esa soberbia que algunos le señalan, pero no porque sea refinada, tenga buen gusto, un linaje aristocrático o pertenezca a una élite intelectual o financiera si no por sus ínfulas de ‘nueva rica’.
Nahle se hizo millonaria al ingresar al gabinete presidencial y con los negocios en la refinería de Dos Bocas y otros proyectos de la Secretaría de Energía.
Tiene dinero, pero no ‘pedigree’, aunque sí le sobra el blofeo. Recientemente la fotografiaron llevando un collar de Tiffany en oro rosa con un valor de casi 3 mil dólares y en la campaña del 2018 la retrataron con otro abalorio tachonado de diamantes, también de la marca Tiffany.
En aquel año ya gozaba de la riqueza venida del erario pues era la coordinadora de los diputados morenistas en San Lázaro.
Es rica, pero sin clase, dicen sus excolegas que la conocieron hace tres décadas en Pemex cuando pedía prestado para salir el mes.
Y hoy es una turista adinerada que quiere ser gobernadora y anda conociendo Veracruz y tirando ‘rollos mareadores’ para hacerse pasar por jarocha.
Pero sus blofeos no la alcanzan para disimular lo que no tiene: nacencia y arraigo. No nació en Veracruz y no conoce el estado, ni si quiera porque ha vivido ahí 38 años, según dice.
Tampoco lo disimula y al parecer no escucha a sus asesores o éstos son muy ‘chafas’ para saber dónde pisa, con quiénes se reúne, cuáles son sus necesidades y cómo proponerles soluciones..
En términos duros, Nahle hace turismo electoral, no precampaña. Por eso confunde la ubicación de la laguna de Catemaco, promete en Actopan que no habrá minas cuando la zona está llena de ellas, una explotada por un empresario tabasqueño amigo de Gonzalo “Bobby” López Beltrán, hijo del presidente Andrés Manuel López Obrador.
CANDIDATA DE LAS VALLAS
Por eso también en Poza Rica que lleva meses bajo balaceras y un reguero de cadáveres, algunos destazados y metidos en refrigeradores, dijo que los veracruzanos gozan de seguridad y tranquilidad bajo el gobierno de Cuitláhuac García.
Y afirma que el paisaje de la sierra de Zongolica es precioso porque solo conoce el panorama en la lejanía y de paso, desde el cristal blindado de su camioneta de lujo que circula a toda velocidad.
La señora no visita las rancherías donde impera el hambre y la carencia de todo. Es una turista de vidrio adentro.
Ve a los veracruzanos desde la ventanilla de su cómodo vehículo, con aire acondicionado y custodiada con guardias personales, una docena al menos.
Un periodista del sur la llamó “la candidata de las vallas” porque en todos sus eventos hay sendas rejas de metal que dividen a los asistentes con el área donde sube al templete.
No hay manera de que el pueblo o al menos los militantes morenistas de a pie se le puedan acercar.
Las vallas metálicas son el otro sello de su precampaña –¿o se debería decir: de su paseo turístico? - y los que ponen y quitan esas rejas pertenecen al ¡¡personal del gobierno del estado!!
Así como se lee, la logística y el entramado de los mítines de campaña de la zacatecana está a cargo del área de Política Regional de la Secretaría de Gobierno.
O sea, el recorrido turístico de la de Río Grande, Zacatecas, se planea y costea con recursos públicos.
En Tihuatlán, al norte de la entidad, la de Río Grande, Zacatecas, aseguró que ella es “una mujer de territorio y no de escritorio” -risas-, pero solo en sus dichos porque en los hechos es la candidata de las vallas, de las joyas Tiffany, de los hoteles y restaurantes de lujo, de las camionetas blindadas y de los mimos gubernamentales que le hacen placentero su periplo turístico.
*Envoyé depuis Paris, France.