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TEXTO IRREVERENTE | UCHURACCAY - Eran ocho. Se llamaban Eduardo de la Piniella, Pedro Sánchez, Félix Gavilán, Willy Retto, Jorge Luis Mendívil, Jorge Sedano, Amador García y Octavio Infante, reporteros de los diarios Marka...

Eran ocho. Se llamaban Eduardo de la Piniella, Pedro Sánchez, Félix Gavilán, Willy Retto, Jorge Luis Mendívil, Jorge Sedano, Amador García y Octavio Infante, reporteros de los diarios Marka -los tres primeros-, El Observador -los dos siguiente...

Por Andrés Timoteo

UCHURACCAY

Eran ocho. Se llamaban Eduardo de la Piniella, Pedro Sánchez, Félix Gavilán, Willy Retto, Jorge Luis Mendívil, Jorge Sedano, Amador García y Octavio Infante, reporteros de los diarios Marka -los tres primeros-, El Observador -los dos siguientes- y La República -Sedano- mientras que los últimos eran del Semanario Oiga y de Noticias de Ayacucho.

Iban acompañados por el guía e interprete quechua Juan Argumedo. Subieron en grupo a los andes peruanos hasta el poblado de Uchuraccay - a 4 mil metros de altura- aunque ese no era su destino sino una comunidad cercana donde los terroristas de Sendero Luminoso habían perpetrado una masacre a inicios de enero de 1983.

Al hacer escala en Uchuraccay fueron retenidos por los lugareños que los acusaron de ser paramilitares y otros de ser avanzada del ejército nacional.

El 26 de enero los lincharon y mataron a machetazos. También fue asesinado Severino Huáscar, un comunero que trató de abogar por ellos.

Fue la matanza más grande de periodistas en Perú, en ese momento azotado por la ola de violencia y terrorismo que duró hasta el año 2000.

La población era asolada por los grupos terroristas Sendero Luminoso y Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA), brigadas paramilitares y hasta las fuerzas armadas oficiales.

En la provincia de Ayacucho, a la que pertenecía Uchuraccay, operaban "Los Sinchis", banda ligada a Sendero Luminoso.

Sinchi en quechua significa valiente o indomable. Recuerden la famosa radiodifusora comunitaria "La Voz del Sinchi" en la novela "Pantaleón y las visitadoras" (1973) de Mario Vargas Llosa.

Tenía amedrantados a los indígenas y les habían instruido no dejar entrar a sus comunidades a ningún forastero pues de hacerlo considerarían que tomaron partida por ellos.

Otra versión señala a los militares de tal condicionamiento.

Con ese prejuicio, los pobladores de Uchuraccay desconfiaron y asesinaron a los periodistas.

Más aún, los tacharon de ser 'supaypa huahuan' -hijos (enviados) del diablo- por lo que los exorcizaron cortándoles la lengua y sepultándolos bocabajo en una fosa clandestina.

Al ser enterrados de esta forma ritualista, los ajusticiados excavarían hacía abajo cuando el diablo los resucitara y se dirigirían de vuelta al infierno, no a la superficie para vengarse de los vivos.

Los ocho periodistas masacrados en Uchuraccay están considerados próceres de la libertad de expresión en el país sudamericano -en el 2002 el presidente Alejando Toledo declaró al 26 de enero como el Día Nacional de los Mártires del Periodismo- y a nivel mundial son un ejemplo del peligro extremo que corren los informadores en contextos de violencia, terrorismo y ausencia del Estado.

LA LOSA DE LLOSA

Ese caso fue uno de los tormentos del escritor Mario Vargas Llosa -fallecido el Domingo de Ramos- pues fue integrante de la Comisión Investigadora de los Sucesos de Uchuraccay nombrada por el presidente del momento, Fernando Belaunde.

Aunque no había un titular formal, a dicho grupo de trabajo todos lo llamaron "Comisión Vargas Llosa" por el prestigio del novelista.

Los otros dos que la encabezaban fueron el presidente del Colegio del Periodistas de Perú, Mario Castro Arenas y el jurista Abraham Guzmán Figueroa.

La comisión concluyó que la masacre fue perpetrada por los lugareños sin la participación directa del Ejército, paramilitares ni organizaciones terroristas.

Entonces, el mundo se le vino encima al escritor al que atacaron ferozmente, sobre todo los sectores de izquierda.

Lo acusaron de encubridor, farsante, de fabricar un montaje y hasta lo declararon "enemigo de la raza indígena".

Vargas Llosa se defendió en entrevistas y con artículos.

Uno, "Historia de una matanza", lo publicó en el diario New York Times -en México lo reprodujo la revista Vuelta- y por ese mismo fue acusado judicialmente.

En 1984, el juez aprista -del Partido Alianza Popular Revolucionaria- Hermenegildo Ventura Huayhua lo imputó por lucrar con la tragedia pues supuestamente había cobrado 50 mil dólares al diario neoyorquino por el artículo.

Un sector de la prensa también se lanzó contra Vargas Llosa y a lo largo de los años llamaron al caso Uchuraccay como "la losa de Llosa".

Sin embargo, dos décadas después, en el 2003, el Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) formada a petición del presidente Valentín Paniagua le dio la razón al Comisión Uchuraccay y a Vargas Llosa.

"Todos estos años siembre dijimos la verdad y la verdad fue muy dolorosa y difícil de aceptar, pero es la verdad", señaló al diario Peru21.

No obstante, el episodio siempre le pesó al grado de que lo excluyó de su autobiografía "El pez en el agua" (1993).

Por la masacre, 17 pobladores fueron enjuiciados.

Y el poblado Uchuraccay desapareció por completo ya que otros 135 lugareños fueron asesinados por la guerrilla en los meses siguientes a los sucesos de aquel enero y los que quedaron huyeron.

Diez años después, el pueblo fue refundado a un kilómetro de distancia.

No quisieron hacerlo en el sitio original pues los indígenas ayacuchanos cuentan que ese suelo está maldito pues allí mataron a los periodistas por confundirlos con diablos.

*Envoyé depuis Paris, France.