Por Andrés Timoteo

“IZQUIERDA” NO EXQUISITA

Al ser guillotinado Luis XVI en enero de 1793 caía el ícono viviente de la realeza francesa, pero los revolucionarios no se conformaron y decidieron ajusticiar otros símbolos monárquicos. Entonces, la turbamulta se dirigió a la catedral de Notre Dame de París y a golpe de mazo decapitó las 28 estatuas coronadas de su fachada.

No solo dañaron una obra de arte única en el mundo sino que cometieron una ‘burrada’ histórica pues creían que esas efigies eran de reyes galos cuando se trataba de los monarcas de Judá, ancestros de Jesús. Los rebeldes fanáticos querían pulverizar las cabezas “cortadas”, pero afortunadamente alguien las recogió y secretamente las enterró en un solar donde permanecieron casi 200 años.

En 1977, con la remodelación de una casa particular se encontraron esas 28 testas que hoy se exhiben en el Museo Cluny de la Edad Media. Los filósofos de izquierda del siglo siguiente, el XIX, se propusieron enmendar el exabrupto de la Revolución Francesa respecto a la cultura.

Pensadores como Jules Michelet, Hippolyte Taine, Louis Blanc, François Aulard y Jean Jaures buscaron que los movimientos progresistas no cayeran en el fanatismo imbécil ni se guiarán por la ignorancia supina. Junto con otros intelectuales iniciaron la “gauche divine” o “izquierda divina” que en el lenguaje político se tradujo como la “izquierda exquisita”.

Un militante de izquierda -proclamaban- no puede ser un ignorante. Su deber es ilustrarse, educarse porque usando el intelecto le sirve mucho mejor a la causa. La educación, la ciencia y el arte deben ser patrimonio de todos, estar al alcance de todos, y ser protegidos y difundidos por todos, postulaban.

Así nació la “izquierda ilustrada” que en el siglo XX tuvo a pensadores emblemáticos como los franceses Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir y Michel Foucault, el italiano Antonio Gramsci, el alemán Jürgen Habermas y el español José Ortega y Gasset. En México, hubo personajes de esa corriente como José Vasconcelos, Javier Barros, Samuel Ramos, José Revueltas, Leopoldo Zea y el veracruzano Heberto Castillo.

Algunos de ellos se desempeñaron como funcionarios públicos. Vasconcelos fue el primer titular de la Secretaría de Educación Pública (SEP) creada en el gobierno de Álvaro Obregón emanado de la Revolución Mexicana y, por ende, de izquierda.

Precisamente a Vasconcelos se le debe la transformación -esa sí real e histórica – del modelo educativo en el país. No solo impulsó la alfabetización de todos, niños y adultos, ricos y pobres, a través de las Misiones Culturales y la apertura de escuelas en todos los rincones de la nación, sino que ordenó la edición masiva de las grandes obras del pensamiento europeo y occidental para que los mexicanos accedieran a ellas.

Es decir, puso al alcance de todos las teorías filosóficas, educativas, artísticas y económicas más progresistas de la época. Además sentó las bases para la dotación sin costo de material didáctico a los alumnos de escuelas públicas, lo que ahora son los libros de texto gratuitos.

Hoy, el legado pedagógico de Vasconcelos -y de otros progresistas ilustrados como Justo Sierra, Agustín Yáñez, José María Pino Suárez, Jaime Torres Bodet y Nemesio García Naranjo que estuvieron al frente de la SEP- lo distorsiona el régimen morenista al editar libros de texto para el ciclo escolar venidero segados ideológicamente.

MANADA DE ACÉMILAS

Los adulteraron con deducciones ‘chairas’ - o sea: analfabetas – que se les disfraza de disciplinas científicas. A estas ediciones también se les instrumentaliza electoralmente para exaltar a la exregenta capitalina, Claudia Sheinbaum, la precandidata oficialista para el 2024.

El ideólogo tal majadería es uno de los ‘chairos’ más extremistas del gobierno guinda, Marx Arriaga, director de Materiales Educativos de la SEP, quien puso su sello personal en los libros: errores no solo ortográficos, sintácticos y pedagógicos sino totalmente contrarios a la ciencia estricta como el modificar el sistema solar, negar la importancia de las matemáticas y alterar la fecha del natalicio de Benito Juárez.

Arriaga es a la educación lo que Hugo López-Gatell es a la salud pues ignora la ciencia estricta y retuerce el método educativo para agradar al caudillo en el poder sin importar que millones padezcan las consecuencias, sobre todo niños.

En esos cuadernos también se azuza en los estudiantes el uso del “todes” y “todxs” cuando esos pronombres “inclusivos” no están aceptados por la Academia de la Lengua Española. ¿Cómo enseñar una jerga de moda saltándose las reglas del idioma? Ahí está lo grave del tema, que el contenido de los libros va a “borriquizar” -otro término no aceptado, pero que ilustra el plan de la 4T- a las nuevas generaciones. Los volverá burros, pues.

Ah y eso de las ideologías comunista y de género o la hipersexualización de los niños en dichos materiales son debates bizantinos, nada nuevos. No, el meollo es la desviación académica y científica. Y que la “izquierda” -así, entrecomillas- mexicana no es ilustrada. Al contrario, parece una manada de acémilas que avergüenza a los próceres históricos del socialismo culto.

México hoy es el laboratorio de la imbecilidad – hablando de estatus cognitivo, no es ofensa- y la precariedad intelectual, cultural, educativa y científica es la regla de las políticas públicas. Es el México del lopezobradorismo, alias la “cuarta transformación”, alias los ‘chairos’ en el poder, alias el “10 por ciento de capacidad y 90 por ciento de lealtad”, alias “no tiene mucha ciencia gobernar”, alias “no me vengan con que la ley es la ley”.

Alias “las universidades se derechizaron”, alias “los que hacen doctorados y además en el extranjero, aprenden malas mañas”, alias “los de clase media que se preparan son aspiracionistas”, alias una estampa religiosa sirve de “escudo y remedio” contra la Covid, y así hasta el infinito el catálogo de filosofía guarra con el que se busca adoctrinar a los niños y adolescentes. ¡Que no se permita!

*Envoyé depuis Paris, France.