CIUDAD DE MÉXICO (apro).-En México seguimos muy de cerca los avances de la tecnología. Desde hace unos años tenemos prácticamente todos los teléfonos que salen al mercado, sin importar si son gama alta, media o baja.
En computadoras y tablets también estamos muy al tanto y adquirimos muchas veces el último grito e la moda porque ahora sí, con las capacidades que dan los nuevos equipos pueden hacerse maravillas.
Y eso tiene un costo, sí, pero lo pagamos porque en principio pensamos que nos conviene.
Las empresas también se modernizan. Tienen no sólo una página web sino que además, tienen una app para el teléfono y están en todas las redes sociales.
Así -me imagino- piensan que pueden estar más cerca de sus clientes.
Y si hablo de esto es porque podemos notar como incluso en los restaurantes de comida rápida ya se han implementado soluciones tecnológicas de avanzada.
Por ejemplo, en uno de los establecimientos de Kentucky Fried Chicken (KFC), que se encuentra en periférico sur, en la calle de Céfiro, se puede ordenar lo que uno quiere comer, en una pantalla táctil.
Y eso hice pero ¡ay! algo pasó y recibí un mensaje del sistema después de haber pagado la comida.
Este mensaje decía, palabras más, palabras menos, que mi orden se había recibido y pagado correctamente pero que no había llegado a la cocina.
Pensé entonces que solucionar el problema iba a ser fácil.
Fui al mostrador y me dijeron que ellos no sabían si el pago se había hecho y que tenía que esperarme 72 horas para ello.
Igualmente, no iban a asumir el pago y si quería comer tenía que volver a pagar.
Me sugerían que fuese al banco.
Les dije que el problema era en su sistema y que curiosamente, ahora yo tenía el problema y tendría que perder el tiempo en el banco para solucionar algo que ellos generaron.
Los de KFC no se hicieron responsables de nada.
Así las cosas. Todavía estoy peleando que me regresen el dinero que me cargaron a mi tarjeta porque me ignoran. Eso simplemente eso califica como robo.
Mala suerte, quizás, pero va un segundo ejemplo.
Voy a plaza Miyana, que está en la calle de Masaryk, muy cerca del Museo Soumaya.
Me estaciono, compro lo que iba a comprar, regreso a pagar el estacionamiento y las máquinas son post-modernas pues no hay que introducir el boleto en la máquina sino que hay un lector óptico que lee el código de barras.
Y entonces me pide que pague 30 pesos. Pongo un billete de 50 pesos y me regresa muchas monedas.
Pero el problema no está ahí, sino que voy al estacionamiento y al querer salir, el sistema me dice que no he pagado.
Voy a reclamar y quien atiende me dice que lo que pudo haber pasado es que el anterior cliente puso su boleto para ser leído y cuando puse el mío, el sistema primero decidió darle prioridad al que tenía pendiente.
Es decir, yo le pagué al anterior cliente su boleto porque evidentemente él no lo había pagado.
Y no hay nada que hacer, hay que pagar de nuevo.
La moraleja es sencilla: como están las cosas en este país, no usen -si no es imprescindible- los sistemas tecnológicos porque si algo falla, el usuario final será el culpable y no la empresa que ha implementado esa "solución" cibernética.
Quizás el ejemplo más evidente que la tecnología no es para todos o bien, que debe ser realizada por profesionales, puede verse con la Librería Gandhi.
Compré un libro a través de la página electrónica de esta supuesta prestigiosa librería.
Era un libro-e, un libro electrónico, no en papel, el cual me costó 180 pesos.
Nada para alarmarse.
Me llegó un correo a mi cuenta agradeciendo mi pago y diciéndome que podía empezar a leer prácticamente de forma inmediata mi compra, descargando un programa llamado Kobo.
Pues eso hice y empezaron las dificultades.
Se supone que con la cuenta que uso en el sitio web de Gandhi podía reconocerme el sistema Kobo y así empezar a disfrutar de la lectura pero no se pudo.
No reconoció mi clave ni mi nombre de usuario.
Hablé entonces a soporte de Gandhi y una persona me atendió muy amablemente.
Me dijo qué pasos seguir para instalar Kobo, cosa que volví a hacer asumiendo que a lo mejor me habría equivocado en algo, pero no.
Todo fue como cuando uno instala alguna aplicación en la computadora.
Entonces me dijo que le diese click en una opción y ahí me pidió mis datos, que no reconoció.
El que me ayudaba, vía telefónica, dijo que una opción era entrar a la página de Gandhi y "resetear" mi contraseña.
Lo hice así y no hubo problemas, pero al tratar de nuevo darme de alta en Kobo para disfrutar "inmediatamente" de mi libro comprado, ¡ay! No se pudo.
No me reconoció la clave y/o la cuenta.
Lo intenté varias veces y ¡ay de nuevo! ahora me bloqueó la cuenta por intentarlo más de cinco veces.
Ya francamente molesto le dije al que me ayudaba, que repito, lo hacía de muy buena manera, que su sistema era una porquería.
Que yo me dedicaba a cómputo y que si yo no podía echar a andar el sistema, qué esperanzas de que alguien sin experiencia pudiese hacerlo.
Hizo mutis. Entonces el de soporte me dijo: "le voy a pedir me mande la pantalla en donde aparece el mensaje de error", (en donde el de soporte asume que yo sé cómo mandar una copia de la pantalla de la computadora) y la envíe a el cliente@gandhi.com.mx.
Le daremos respuesta por el mismo medio fue lo que dijo.
Por meses no resolvieron nada.
Cuando pedí mi reembolso me dijeron que no podían hacer eso, pero que podían darme una "tarjeta de regalo" de Gandhi. es decir, para ellos dinero que entra ya es de ellos y punto final.
Sin embargo, les avisé que yo quería mi dinero y ante la amenaza de ir a ProFeCo me depositaron los 180 pesotes. Asunto terminado.
Les avisé que me sacaran de todas sus promociones, que borraran todos mis datos porque no quería saber de ellos.
Pero he aquí el problema: entiendo que Gandhi ha buscado una alianza con esta empresa Kobo, para repartir sus libros electrónicos.
Gandhi no manda un PDF porque asumen que como nadie respeta, el que haya comprado el PDF en cuestión seguramente lo va a andar regalando a todo el mundo.
Entiendo sin embargo que quieren proteger su inversión y de alguna manera hacen difícil el pirateo de libros.
Muy bien, pero ese esquema no es transparente al usuario que legítimamente compra un libro.
No, tiene que padecer un sinfín de problemas y no puede leer su libro inmediatamente, como alude la propia empresa en el correo que mandan cuando uno ha pagado la compra.
Y compárenlo con el servicio que da Amazon. Compren un libro electrónico en esa empresa.
No han acabado de dar click y ya lo tienen en su biblioteca virtual.
Ya se puede leer.
Es cierto que hay que instalar el Kindle reader, pero esto se hace una vez y se identifica uno a la primera y sí, ya puede uno leer la compra que de inmediato está en nuestro espacio virtual.
Vender libros electrónicos, hacerle al vendedor eficiente como ocurre en Estados Unidos, es un mito en nuestro país.
No funciona, hay que perder no sé cuántas horas para tratar de poder instalar su paquete para leer los libros y repito, no funciona.
En serio, el primer mundo no es anunciar la posibilidad de vender libros electrónicos, es dar un servicio de verdad, es hacer que las cosas funcionen.
Estos tres ejemplos es la triste realidad de lo lejos que estamos de los servicios del primer mundo.
O la tecnología está demasiado avanzada para el tercer mundo o hay una ineptitud de las empresas que promueven estas soluciones tecnológicas.