CIUDAD DE MÉXICO.- La vida es como es. De un momento a otro cambia.
Hoy, la enorme tristeza que me acompañó varios meses por el cierre de la Plaza México a la fiesta brava, se convirtió súbitamente en una inmensa alegría.
Hoy me volví a sentir un torero completo.
Porque para mí, y creo que para todos quienes vestimos de luces, la México es una catedral en el mundo taurino.
Pero esa alegría viene precedida de muchos recuerdos, porque así es la vida y sobre todo la de un torero.
Después de la tempestad, viene la calma.
Estoy en España, preparándome para el año entrante.
De frente tengo el campo bravo, un potrero donde pasta el rey de la fiesta, un animal al que respeto y admiro, el toro de lidia.
Sinceramente, cuando supe que habían prohibido dar toros en la México, me pregunté muchas veces ¿qué hicimos mal?, ¿por qué nos atacan tanto?
Recuerdo cuando escuchaba tantas versiones sobre el futuro de nuestra gran plaza, que si iban a hacer un centro comercial, que si la habían vendido ya; veía fotos de mis tardes triunfales, por la mente pasaban los gritos de 'torero, torero', y de pronto todo eso se esfumaba para caer en la realidad.
¿Cuándo podré volver a pisarla como torero, o como aficionado?
No lo sabía y eso me ponía muy triste, quizá nadie mejor que nosotros, que nos jugamos la vida, comprendemos lo que se siente:
Dolor, impotencia, tristeza
Yo tengo la fortuna de estar anunciado en las ferias, en la temporada, pero hay muchos compañeros que si no torean en la México no pueden abrirse otras puertas.
Hay gente que come de su trabajo en ella y hay aficionados que tienen todo el legítimo derecho de disfrutar de un espectáculo lícito en la majestuosidad de la México.
No podía estancarme y desde mi trinchera busqué hablar con amigos míos, personajes influyentes en su ámbito que nos podían ayudar, y los esfuerzos de muchos de mis compañeros, de los profesionales, de los aficionados, de tantos que quizá no sepa la gente lograron que esto cuando menos pasara a otro término.
Sé que el fallo de los Ministros no es definitivo, pero por lo menos la México puede volver a dar fiesta brava y ello para nosotros, los que la amamos y la respetamos, es una noticia maravillosa.
Al final la Plaza México es el escenario taurino más grande del mundo; la más trascendente de América, y una de las dos más importantes del mundo.
¡Esa reina tiene que estar viva!, porque al estarlo, la tauromaquia también.
Justo el pasado miércoles cuando me enteré, estando aquí en Madrid, se me vinieron un cúmulo de emociones.
Estaba yo con mi hermano Alejandro, el más joven de los matadores de toros de mi dinastía, y nos dimos un abrazo.
-Vas a poder ya confirmar tu alternativa-, le dije, y él abriendo mucho los ojos, solo asintió pero con una evidente felicidad
La verdad sentí "muy padre", porque de inmediato comencé a recibir mensajes de amigos, de todas partes del mundo dándome la enhorabuena, como en esas tardes que he podido triunfar, sólo que ahora era por la fiesta brava mexicana y lo que para mí representa.
¡Mi fiesta brava!...
Estoy agradecido también con todos los que han apoyado para que se hiciera justicia, los Ministros de la Corte, sobre todo que, dejando de lado el que sean o no taurinos, demostraron que son respetuosos de la ley y sus procesos y eso, además, da certidumbre a la sociedad, al País.
México es una nación excepcional y no podemos prohibir por prohibir y menos un espectáculo del que depende el sustento de miles de personas.
Yo les diría ahora a los aficionados que la única manera de defender la fiesta es asistiendo a las plazas, que sigamos buscando diálogo respetuoso con quien lo permita para que sepan que la fiesta brava va más allá de la muerte de un toro, eso es una consecuencia, no es su sustento.
Es la única manera que sepan que los argumentos de quienes están en contra sean neutralizados, porque, desafortunadamente, poco de lo que dicen es verdad.
Hoy, cuando la Plaza México volverá a abrir sus puertas, le digo a la fiesta gracias por todo lo que me ha dado.
Al toro en especial, gracias porque sin él, nosotros no podríamos mostrar nuestras cualidades y defectos, porque él me hace soñar, me hace vivir, emocionarme.
Sentirme torero.
Y a la fiesta brava, que sepa que aquí estaremos para defenderla siempre, dentro y fuera del ruedo, porque es un espectáculo inigualable, en donde la vida y la muerte se conjugan, donde la posibilidad de que te mate un toro está latente, porque es un espectáculo donde la verdad está patente en todos momentos, porque simplemente es única.