*Por el Papa Francisco
*Xalapa, Orizaba, Córdoba, Veracruz de luto
Por Noemi Valdez
Reportera de Notiver
Foto del corresponsal
Durante la madrugada, tiempo de México, se dió a conocer la noticia de la muerte del Papa Francisco.
En la capital del Estado, Monseñor el Arzobispo, Jorge Carlos Patron Wong, encabezó desde Catedral Metropolitana la Inmaculada Concepción, la Santa Misa en memoria del Santo Padre; en su memoria las campanas fueron repicadas 100 veces.

En Orizaba, Córdoba, Veracruz, Poza Rica, Tuxpan, Xico, Coatzacoalcos y demás diócesis se sumaron al repique de campanas y misas para el sucesor de San Pedro.
Durante la homilía el Arzobispo mencionó la virtudes del Vicario de Cristo, como ser humano, cristiano, sacerdote, obispo y Papa, relatando experiencias con el Papa, en los 8 años que sirvió a la Santa Sede en la llamada Casa Martha y que su favorito era el café veracruzano del que le llevaba una maleta con paquetes del aromático que disfrutaba.
Los fieles se mostraron conmovidos por la noticia y elevaron plegarias por su eterno descanso.
“Su entrega total como Buen Pastor y su ejemplo de vida como ser humano, cristiano, sacerdote, obispo y Papa dejan huella eterna en el corazón y existencia de muchos de nosotros, discípulos misioneros de Jesucristo y de hombres y mujeres de buena voluntad. Reciba el premio de la vida eterna con Jesucristo Resucitado” dijo el Arzobispo quien recordó que el Papa abrazó a todos para que se sintieran incluidos.
El Arzobispo, Jorge Carlos Patron Wong, dijo que aunque la Iglesia está de luto, existe la esperanza de la resurrección para todos los creyentes.

Recordó que el Papa Francisco fue un ejemplo de vida que seguramente se está reencontrando con Dios con alegría; porque el no predicaba solamente, sino vivía el evangelio.
De manera personal, Monseñor, dijo que estuvo al lado del Sumo Pontífice 8 años, donde cotidianamente compartía sencillamente sus hábitos; sus oraciones, “una vez le comenté que mi papá estaba muy enfermo, y me dijo que fuéramos a cenar, y al terminar habló con mi papá personalmente en un diálogo muy sencillo. Así tenía detalles con todos, muy humilde, muy sencillo”.
“Rezaba con nosotros, tenía los mismos horarios, nos enseñó a vivir la sencillez y la humanidad. También aprendí que después de cada eucaristía nos dirigimos a la virgen y le cantamos, recordando el cántico que había aprendido de niño. Nunca debemos olvidar lo que aprendimos en la catequesis, en la comunidad, a amar a Dios. Para un latinoamericano no se entiende a Dios sin María”.