Por el Dr. Rafael Valentín Aguirre Meneses.
Fiebre Tifoidea
La fiebre tifoidea o tifus abdominal es una infectopatía producida por el bacilo de Eberth (Salmonella typhi), microorganismo que se trasmite de un sujeto a otro, transportado por las heces, agua y alimentos.
Esta enfermedad existió en las edades Antigua y Media, pero no fue hasta comienzos del siglo XIX cuando se alcanzó un conocimiento científico de este proceso, particularmente al descubrirse en 1880 por Eberth y Koch el microorganismo responsable.
El mecanismo de adquisición del bacilo de Eberth por el ser humano, reservorio natural, es a través de la ingesta de agua o alimentos contaminados.
Las personas próximas al paciente (familiares, médicos, personal sanitario, etc.) están expuestas a la infección.
Aunque muchos casos son esporádicos, a veces se descubren pequeñas epidemias en colectivos (guarderías, cuarteles, orfelinatos y hospitales) o en asistentes a banquetes o ágapes colectivos.
En estos casos el germen permanece en los alimentos insuficientemente cocinados o manipulados (salsas, helados, repostería, cremas, etc.) por portadores.
Las manifestaciones clínicas más características son: gastroenteritis, fiebre entérica o fiebre tifoidea, bacteriemia, infecciones localizadas y el estado de portador crónico.
La variedad S. typhi suele producir la fiebre entérica, mientras que los estados de bacteriemia se deben al cholerasuis; el de portador crónico puede deberse a todas las variedades de Salmonella.
El cuadro clínico se inicia tras un periodo de incubación que no tiene síntomas y que dura entre 10 a 20 días; a continuación acaece el periodo prodrómico, que puede pasar ignorado con síntomas poco específicos como cansancio, dolor de cabeza, malestar general, falta de apetito, y en ocasiones alguna elevación de la temperatura corporal.
Pasado éste, de una duración aproximada de 7 días, se asiste al periodo de invasión donde destaca la fiebre de 39-40º C, junto a molestias en la parte baja y derecha del abdomen y algunos síntomas respiratorios; le sigue el periodo de estado que cursa con fiebre y obnubilación junto a síntomas digestivos que puede durar unas dos semanas.
Las complicaciones pueden oscilar desde sangrados intestinales, ulceras intestinales, perforación intestinal hasta peritonitis.
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