DAVID MANUEL MARTÍNEZ PÉREZ
PSICOTERAPEUTA CLÍNICO
Certificado en Hellinger Sciencia

EL MAESTRO

SI CAMBIAS DE LUGAR; CAMBIAS DE SUERTE
Y DE DESTINO

“Meshané makam,
meshane mazal”

Esta es la historia de un hombre con una deteriorada autoestima, quien buscó y buscó hasta que encontró a un hombre sabio, para que lo guiara ante el conflicto que tenía.

Y cuando lo encontró se sentó junto a él y le dijo…

Maestro, vengo a solicitarle una sabia comprensión de mi situación.

Desde hace tiempo me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada.

Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy frágil, torpe y bastante tonto.

¿Cómo puedo mejorar y fortalecerme?
¿Qué puedo hacer para que me valoren más?
El maestro, sin mirarlo, le dijo:

¡Cuánto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, porque debo resolver primero mis propios problemas!

Quizás después de eso te pueda ayudar, pero si tú me ayudas a mí, yo te podría ayudar a resolver tu dilema con más rapidez.

¡Claro que lo ayudaré maestro! -titubeó el joven al responder, porque sintió que otra vez era desvalorizado y sus necesidades personales, serían como siempre condicionadas y postergadas.

- Muy bien –le dijo el maestro-.

Se quitó un anillo que llevaba en el dedo pequeño de la mano izquierda y, dándoselo al muchacho le dijo: Toma el caballo que está afuera y ve hasta el mercado.

Ahí debes vender este anillo para que pueda yo pagar una deuda urgente que tengo.

Es necesario que obtengas por él la mayor cantidad de monedas que puedas pero, la única condición es que no aceptes menos de una moneda de oro.

Ahora vete y regresa con esa moneda de oro lo más rápido que puedas.

El joven tomó el anillo y corrió hacia el mercado. Apenas llegó, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes.

Éstos lo miraban con algún interés hasta que el joven decía lo que pretendía obtener por el anillo.

Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le volteaban la cara, al final sólo un anciano fue amable y le explicó, que una moneda de oro era un precio muy elevado para pagar a cambio del anillo.

Luego apareció un hombre “bueno”, con intención de ayudar al joven e inexperto vendedor y le ofreció, una moneda de plata y una moneda de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro, así que rechazó la oferta.

Después de ofrecer su joya a toda persona que se cruzaba en el mercado, se dio por vencido así que montó a su caballo y regresó con el anciano.

Pensó, cuánto hubiese deseado tener él mismo esa moneda de oro para pagarle al anciano el anillo y así, éste podría recibir la ayuda que tanto necesitaba.

Maestro lo siento, no me fue posible conseguir lo que me pediste.

Quizás pudiera conseguir 2 ó 3 monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie, respecto del verdadero valor del anillo.

¡Qué importante es lo que ahora dices, joven amigo! -contestó sonriente el maestro-

Primero debemos conocer el verdadero valor del anillo.

Ve con el joyero y muéstrale el anillo.

¿Quién mejor que él para saber su verdadero precio?

Dile que quieres vender el anillo y pregúntale cuánto da por él. Pero no importa lo que él te ofrezca… ¡no se lo vendas!

Vuelve aquí con mi anillo.

El joven volvió a cabalgar. El joyero examinó el anillo a la luz, lo miró con su lupa, lo pesó y luego le dijo:

En verdad, me interesa el anillo y si quieres venderlo yo sólo puedo darte 58 monedas de oro -¿58 monedas? –preguntó sorprendido el joven-.

Sí, -le contestó el joyero-. Yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé... si la venta es urgente, yo sólo tengo para darte 58 monedas de oro.

El joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido.

- Siéntate -dijo el maestro después de escucharlo-. Tú eres como este anillo: una joya única y valiosa.

Y como tal, sólo puede evaluarte verdaderamente un experto.

¿Qué haces por la vida pretendiendo, que alguien cualquiera te valore a su propio interés?

Y diciendo esto el anciano volvió a ponerse el anillo y le pidió al joven, que se retirara a meditar la enseñanza.

Comprensión Sistémica
En las situaciones difíciles en lugar de enviar luz o bendiciones a otros, comencemos por enviarnos luz a nosotros mismos, para que nuestra Sabiduría Interior nos permita sacar de la obscuridad, nuestras intenciones ocultas y así podamos ver la razón que nos lleva a querer ayudar a otros.
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Psicoterapia Práctica
Manuel David Martínez
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