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VIVIENDO CON SENTIDO | Y LA MUERTE FUMÓ - Me senté en una banca mientras fumaba un cigarrillo... Sin darme cuenta la muerte se había sentado a mi lado. -Tardaste... Le reclamé a la desgraciada. Ella me arrebató el cigarro...

Me senté en una banca mientras fumaba un cigarrillo... Sin darme cuenta la muerte se había sentado a mi lado. -Tardaste... Le reclamé a la desgraciada. Ella me arrebató el cigarro y fumó un poco. -Aún no vengo por tí., pero como siempre...

VIVIENDO CON SENTIDO | Y LA MUERTE FUMÓ - Me senté en una banca mientras fumaba un cigarrillo... Sin darme cuenta la muerte se había sentado a mi lado. -Tardaste... Le reclamé a la desgraciada. Ella me arrebató el cigarro...

DAVID MANUEL MARTÍNEZ PÉREZ

PSICOTERAPEUTA CLÍNICO

Certificado en Hellinger Sciencia

Y LA MUERTE FUMÓ

“PERCIBIENDO EL OTRO LADO DE LA REALIDAD”

Me senté en una banca mientras fumaba un cigarrillo...

Sin darme cuenta la muerte se había sentado a mi lado.

-Tardaste... Le reclamé a la desgraciada. Ella me arrebató el cigarro y fumó un poco.

-Aún no vengo por tí., pero como siempre eres tan ansioso y piensas seguido en mí., quise pasar a saludar.

Le arrebaté el cigarro y lo apagué

  • Ni la muerte me quiere...

Sonreí irónicamente.

Ella suspiró y agachó la cabeza con resignación.

-¿Puedes al menos dejarme descansar un poco?

Sabes, no eres el único que piensa en mí... De por si es fastidioso tener que andar yendo y viniendo. Como para que quieras acapararme con tus pensamientos.

¿No puedes pensar mejor en dios o en el diablo?

-Dios es muy bueno para escuchar deseos egoístas y el diablo nunca da nada sin pedir algo a cambio - me quejé.

  • ¿Y yo debo cargar con tu miseria?

Contestó escondiendo media sonrisa.

Saqué otro cigarro y lo encendí.

Ella me lo arrebató y lo aventó lejos

-y también eres tramposo- me dijo- tus vicios no te harán apresurar las cosas.

Maldición era astuta la muerte.

-Está bien... Dejaré de pensar en tí., pero no dejes de pasar a saludar de vez en cuando., me gusta sentirte cerca para recordar que aún quiero vivir un poco más.

  • Que extraño eres... - sonrió mientras se desvanecía entre las sombras de mis pensamientos.

Charles Bukowski

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EL MITO Y LA REALIDAD

Una mujer le dió agua de su calzón a su esposo porque una bruja le dijo, que lo enloquecería, después de tomarlo por 5 días él la descubrió y decidió alejarse de ella y terminó echándola de su vida.

El vecino sorprendido, corrió a la casa de Juan para preguntarle qué había pasado, él le contó que su esposa le había dado agua de calzón.

El vecino espantado preguntó ¿Y qué efecto te causó el agua de calzón de tu esposa?

Juan le respondió: el agua sucia que me dio no me causó ningún efecto, pero sus actos me hicieron entender que estaba viviendo con una mujer tan absurda e ignorante, que creyó que la suciedad de su vagina me volvería pen-dejo y lo único que me dio fue asco.

Moraleja:
Las mujeres y los hombres no se enloquecen ni se quedan en una relación con tonterías, ni fetiches, ni con brujerías, porque si así fuera, las brujas tendrían el marido más rico y guapo, y los brujos tendrían la mujer más hermosa e inteligente.


El hombre y la mujer se ganan por sus actos responsables y comprometidos para vivir en pareja, y se pierden por las mentiras y tonterías.

“No importa qué tan buena persona seas, todos somos los malos en la historia de alguien, así que disfruta tu rol y al menos sé un villano memorable”.

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¿Sabes por qué la gente no reconoce lo que haces por ellos?

Porque la primera vez que haces algo por alguien, generas gratitud en él.

La segunda vez que lo haces o le das a alguien genera anticipación. La persona espera recibirla nuevamente.

La tercera vez ya has generado expectación. La persona todavía espera recibir lo que le diste.

La cuarta vez genera mérito, la persona siente que merece lo que le estás dando, y quiere seguir recibiendo.

La quinta vez ya has creado una adicción. Esa persona siente que ya no puede vivir bien sin lo que le das. Ella ya está mimada.

La sexta vez percibes que no hay reciprocidad, no recibes nada a cambio y dejas de dar.

Y luego la persona malcriada que creaste, se resiente contigo porque le estás negando lo que tanto necesita y luego, termina odiándote porque dejaste de darle lo que le hacías creer que merecía.

Por eso necesitamos saber cuál es el límite al dar.

Porque el otro no conoce límites a la hora de recibir.

“Tenía miedo de que te fueras y te fuiste. Un miedo menos”.

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¿Y tú qué edad tienes?

“De las preguntas más absurdas que nos pueden hacer en la vida es qué edad tenemos, porque no nos da ninguna pista de a quién tenemos delante.

Yo la verdad es que no sé ni me importa, porque lo importante no es cuántos años tenemos, sino en cuántos de ella hemos vivido.

Yo prefiero decir que tengo 48 miradas en la calle que me han hecho sonreír. Tengo tres ‘te quiero’ suicidas, que dije sabiendo que quien tenía delante no me quería.

También tengo diez abrazos inolvidables, cinco de ellos irrepetibles porque quien me los dio ya no está.

Tengo unos 35 ‘lo siento’ de cuales 6 jamás me perdonaron.

Tengo 2 noches de hospital al lado de alguien que me importaba y 19 madrugadas pensando en una persona a quien no le importaba yo.

Tengo 6.300 besos, pero sólo me acuerdo de 7.

Tengo 4 veranos que fueron infinitos y 9 inviernos demasiado fríos y solos.

Tengo 25 noches sin dormir y algunas lágrimas gastadas en cosas que no importaban. También tengo 1 lágrima muy amarga invertida, en algo que merecía llorar durante años.

Tengo 150 carcajadas de esas que hacen que te falte el aire y 13 sonrisas falsas.

Tengo 7 deseos de infancia que se dan de boca con las promesas que nunca cumplí.

Tengo 5 consejos recibidos que entendí mucho tiempo después. Tengo unas 24 camas donde me acosté sin querer estar, y 4 donde hubiera matado por despertar.

Tengo 3 errores que volvería a cometer y 2 de los que me arrepiento mucho, aunque sólo un poco.

Tengo miles de cenas... pero pocas como aquellas 4.
Y tengo 32 escalofríos que me han recorrido todo el cuerpo.

Tengo 100 conciertos, 1000 películas, millones de tardes con mi patín y amigos viendo cómo pasa la vida, 700 tardes más recordándolas unos años después, 5 adioses.

En dos de ellos nunca quise despedirme en realidad.

Tengo tantas cosas por decir que nunca diré y tantas que me tendría que haber callado...

Para quien quiera saberlo, esa es mi edad.

Y no tengo ni idea de ¿En cuántos años cabe eso?

No expulses tus demonios.

Sólo átalos, guárdalos.

La vida tarde o temprano
te obligará a usarlos.

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Psicoterapia Práctica

Manuel David Martínez

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